miércoles, 23 de febrero de 2011

ANTIOQUÍA, PUNTO DE CONFLUENCIA DE LOS DISPERSOS. Hch 11,19-26.

   19 Entre tanto, los dispersos con motivo de la persecución provocada por lo de Esteban llegaron en su recorrido hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin exponer el mensaje a nadie más que a los judíos.
20 Pero hubo algunos de ellos, naturales de Chipre y de Cirene, quienes, al llegar a Antioquía, se pusieron  a hablarles también a los griegos, dándoles la buena noticia del Señor Jesús.
21 Como la fuerza del Señor los sostenía, gran número creyó, convirtiéndose al Señor.
22 Llegó noticia de esto a oídos de la comunidad de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía.
23 Al llegar allí y ver aquella generosidad de Dios, se alegró mucho y se puso a exhortarlos a todos a seguir unidos al Señor con firme propósito,
24 porque era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe. Una multitud considerable se adhirió al Señor.
              25 Entonces salió para Tarso en busca de Saulo,
26 lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Vivieron un año entero con aquella comunidad instruyendo a una multitud considerable, y fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados "cristianos".

EXPLICACIÓN.

19-26.        Una vez completada la tripe "conversión" (apertura a la misión universal) de Felipe (grupo helenista), Saulo (fariseísmo) y Pedro (grupo hebreo), Lc cierra la digresión retomando el hilo del discurso: los dispersos han franqueado ya las fronteras de Palestina y han alcanzado toda la diáspora judía (totalidad expresada mediante tres nombres geográficos), sin que hasta ahora ninguno de ellos se haya dirigido a otro auditorio que no fuera el judío (19).

                 Los helenistas más abiertos, en razón directa de su lejanía geográfica (allende el mar) del centro del judaísmo, al llegar a Antioquía, capital de Siria, se pusieron a anunciar la buena noticia también a los paganos (20). El Señor bendice, es decir, apoya la obra (cf. 4,30; Lc 1,28.66; Hch 7,9; 10,38) de los que secundan su designio, y esto se refleja en la conversión masiva de paganos (21).

                La iglesia instalada en "Jerusalén" (sentido sacral) ha sido puntualmente informada de esa nueva apertura (cf. 8,14; 11,1); pero esta vez, al no tratarse de israelitas, no envían una representación de la comunidad, como ocurrió en Samaría (8,14), sino sólo a Bernabé (cf. 4,36s; 9,27), para que complete el informe (22).

               Éste, por su parte, dándose cuenta de la trascendencia de lo sucedido en Antioquía, exhorta (haciendo honor a su nombre) a continuar la experiencia, sin circuncidarse ni abrazar la religión judía (23); "la generosidad/la gracia" (23) es el don del Espíritu. Lc puntualiza, como ha hecho con los helenistas, y en particular con Esteban, que Bernabé estaba lleno de Espíritu Santo y de fe/adhesión a Jesús (24, cf. 6,3.5); nuevas adhesiones. No se dice que Bernabé bautice con agua, rito de la cultura judía, que habría significado la integración en la iglesia judeo-creyente (cf. 1,5).

               En lugar de regresar a Jerusalén (cf. 8,14), Bernabé sale en busca de Saulo y lo asocia a la tarea comunitaria (25), permaneciendo ambos un año entero en la comunidad de Antioquía enseñando y configurándola; por primera vez los discípulos ya no son confundidos con los judíos, sino que se les reconoce como un grupo distinto de la comunidad judeocreyente, como seguidores de un Mesías/Cristo excomulgado y ajusticiado en nombre de la Ley; el éxodo del Mesías fuera de la institución judía (cf. Lc 9,31) presagiaba ya esta ruptura; los "cristianos" son los que realizan su encargo (cf. 1,8) (26).                

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