viernes, 11 de febrero de 2011

LOS APÓSTOLES SE DIRIGEN AL PUEBLO DE ISRAEL. Lc 3,11-4,4.

  11 Mientras el hombre seguía agarrado a Pedro y a Juan, todo el pueblo, lleno de estupor, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde ellos estaban.
12 Pedro, al ver aquello, dirigió la palabra al pueblo:
                    - Israelitas, ¿por qué os extrañáis de esto?, ¿por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud?
13 El Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres, (Éx 3,5.15), ha glorificado a su Servidor, Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis en presencia de Pilato, cuando éste había decidido soltarlo.
14 Vosotros renegasteis del Santo, del Justo, y pedisteis que os indultaran a un asesino;
15 matasteis al autor de la vida, a quien Dios resucitó de la muerte; nosotros somos testigos.
16 Como este que veis aquí y que conocéis ha tenido fe en su persona, él le ha dado vigor: esta fe que él inspira lo ha dejado completamente sano delante de todos vosotros.
                     17 Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestros jefes lo miso;
18 pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por boca de todos los Profetas: que su Mesías iba a padecer.
19 Por tanto, arrepentíos y convertíos para que se borren vuestros pecados;
20 a ver si el Señor manda tiempos de consuelo y envía el Mesías que os estaba destinado, Jesús.
21 El cielo tiene que retenerlo hasta que llegue la restauración universal que Dios anunció desde antiguo por boca de sus santos Profetas.
22 Pues dijo Moisés: "Para vosotros el Señor Dios vuestro suscitará entre vuestros hermanos un profeta como yo; haréis caso de todo lo que os diga,
23 y todo aquel que no haga caso a ese profeta será excluido del pueblo" (Dt 18,15.19).
24 Y todos los Profetas que hablaron desde Samuel en adelante anunciaron también estos días,
25 Sois vosotros los herederos de los Profetas y de la alianza que hizo Dios con nuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: "Tu descendencia será la bendición de todas las razas de la tierra" (Gn 12,3),
26 Para vosotros en primer lugar suscitó Dios a su Servidor y lo envió para que os otorgase esa bendición, con tal que os apartéis cada uno de vuestras maldades.
4 1 Mientras hablaban al pueblo se les presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos,
2 muy molestos porque enseñaban al pueblo anunciando que la resurrección de los muertos se había verificado en Jesús.
3 Les echaron mano y, como era ya tarde, los metieron en prisión hasta el día siguiente.
4 Pero muchos de los que habían oído el discurso creyeron, y el número de hombres adultos alcanzó la cifra de cinco mil.

EXPLICACIÓN.

3,11-4,4. Concurrencia de todo Israel (11). Pedro le echa en cara su complicidad en la muerte de Jesús. Lo ha traicionado en los mismos términos que Judas (Lc 22,4.6.21s.48), ha renegado de él en los mismos términos que Pedro (Lc 22,57.61) y ha pedido el indulto de un asesino, Barrabás (Lc 23,18s) (12-14). El testimonio sigue polarizado en la resurrección del Mesías (cf. 1,22; 2,32.36) y no en su persona (cf. 1,8) y misión universal (cf. Lc 24,46-48) (15). Sólo la adhesión a Jesús puede salvar a Israel (16).

                   En la parénesis, sin embargo, Pedro encuentra atenuantes para el pueblo e incluso para los dirigentes de Israel (17). Considera que el fracaso del Mesías se debe a un designio divino (18). La conversión del pueblo (cf. 2,38) permitirá la manifestación esplendorosa del Mesías, malograda por su mal comportamiento (tesis afín a la expectación farisea) (19s). Sería también designio divino (21: "tenía que", gr. del, impers. divino) una segunda venida del Mesías (no anunciada por él) para restaurar a Israel (21, cf. 1,6).

                   La invitación al arrepentimiento y a la conversión (v.19) viene avalada por una serie de testimonios bíblicos: Jesús es el Profeta-como-Moisés que Dios ha suscitado (Dt 18,15-20) resucitándolo de la muerte (cf. 2,36; 3,15; 5,36): Israel sigue siendo el depositario de la promesa hecha a Abrahán (Gn 22,18) (22-26). De momento no se insinúa siquiera el alcance universal del encargo de Jesús (Lc 24,47; Hch 1,8).

               La predicación de los apóstoles dirigida a Israel es interrumpida por la irrupción del personal del templo dominado por el partido saduceo (4,1). Reaccionan así porque, según ellos, los apóstoles comparten la doctrina farisea de la resurrección (2; cf. Lc 20,27).

                  La persecución por parte de las autoridades produce sus frutos: la comunidad ha llegado a la edad madura, al haber alcanzado la cifra simbólica de "cinco mil hombres adultos" (4, cf. Lc 9,14), a diferencia de las "tres mil almas" que constituían los neófitos (cf. 2,41). El "cinco" es el número del Espíritu: es inminente un nuevo "pentecostés". No se dice que hayan sido bautizados.                 

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