viernes, 25 de febrero de 2011

COLOFÓN. Hch 12,24-25.

                     24 El mensaje de Dios iba cundiendo y se propagaba.
25 Bernabé y Saulo, cumplido su servicio, regresaron de Jerusalén llevándose con ellos a Juan, el llamado Marcos.

EXPLICACIÓN.

                    24s. En paralelo con la presentación de los dos grandes protagonistas del Ev., Lc pone un colofón al término de la presentación de las dos grandes comunidades protagonistas de Hechos: crecimiento de la comunidad judeocreyente (6,7; cf. Lc 1,80), crecimiento de la comunidad cristiana (12,24; cf. Lc 2,40). El mensaje de Dios "crece y se multiplica" (lit.), sin fronteras (24: comp 6,7).

                   La mención de Bernabé y Saulo (25) enlaza con 11,30; una vez cumplido el encargo de entregar la colecta a los responsables de la iglesia judeocreyente, "regresan de Jerusalén" (en sentido sacral, marcando distanciamiento; la lectura "a Jerusalén" de una parte de los testigos del texto ordinario no hace sentido). Juan "Marcos" ha cumplido ya su función de mostrar a Pedro dónde se encontraba la verdadera  comunidad; a partir de ahora deberá desempeñar una nueva función, la de garante del mensaje en la misión; su presencia/ausencia servirá para que el lector discierna por sí mismo si la misión discurre o no por los derroteros señalados por el Espíritu.

TRÁGICO FIN DEL REY HERODES. Hch 12,18-23.

                    18 Al hacerse de día, se armó un buen alboroto entre los soldados, preguntándose qué había sido de Pedro.
19 Herodes hizo pesquisas, pero no dio con él. Entonces interrogó a los guardias y los mandó ejecutar. Bajó después de Judea a Cesarea y se quedó allí.
                    20 Estaba furioso con los habitantes de Tiro y de Sidón. Se le presentó una comisión conjunta que, después de ganarse a Blasto, chambelán real, solicitó la paz, porque su país recibía los víveres del territorio del rey.
21 El día señalado, Herodes, vestido con el manto real y sentado en la tribuna, les dirigió una arenga.22 La plebe aclamaba:
                    - ¡Palabras de un dios, no de un hombre!
                    23 Al instante lo golpeó de muerte el ángel del Señor por haber usurpado el honor de Dios, y expiró roído de gusanos.

EXPLICACIÓN.

                   18 - 23. "Cuando se hizo de día" (18): toda la escena anterior se desarrolló durante "la noche" pascual (v.6). En la descripción del trágico fin de Herodes aparecen de nuevo marcas que dicen relación con el episodio del éxodo, sobre todo la acción de "golpear" a Herodes (23, cf.  Éx 12,29). Herodes personifica el Faraón de Egipto. La usurpación del honor debido a Dios provoca el castigo divino.
               

ÉXODO DE PEDRO FUERA DE LA INSTITUCIÓN JUDÍA Hch 12,5-17.

         5 Mientras Pedro era custodiado en la cárcel, la comunidad oraba a Dios insistentemente por él.
6 Cuando Herodes iba a hacerlo comparecer, aquella noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas, y centinelas hacían guardia a la guerra de la cárcel.
                  7 En esto se presentó el ángel del Señor, y una luz brilló en la celda. Golpeándolo en el costado, despertó a Pedro y le dijo:
                  - Date prisa, levántate.
                  Se le cayeron las cadenas de las manos,
8 y el ángel añadió:
                  - Ponte el cinturón y cálzate las sandalias.
                  Así lo hizo, y el ángel le dijo:
                  - Échate el manto y sígueme.
                  9 Salió y se puso a seguirlo, sin saber si lo que hacía el ángel era real; más bien creía ver una visión.
10 Atravesaron la primera y la segunda guardia y llegaron al portón de hierro que daba salida a la ciudad, y se les abrió por sí solo. Salieron y, en cuanto llegaron al final de la calle, el ángel se separó de él.
                   11 Al tomar conciencia de lo sucedido, dijo Pedro:
                    - Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío.
                   12 Una vez que cayó en la cuenta fue a la casa de María, la madre de Juan, el llamado Marcos, donde había buen número de personas orando.
13 Llamó a la puerta de la calle y una sirvienta de nombre Rosa fue a ver quién era;
14 al reconocer la voz de Pedro, le dio tanta alegría que, en vez de abrir, corrió dentro anunciando que Pedro estaba en la puerta.
15 Pero ellos le dijeron:
                   - Estás loca.
                   Ella se empeñaba en que sí. Los otros decían:
                   - Será su ángel.
                   16 Pedro seguía llamando. Abrieron y, al verl, se quedaron de una pieza.
17 Hizo señas con la mano para que se callaran, les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel y concluyó:
                   - Informad de esto a Santiago y a los hermanos.
                   A continuación salió y se marchó a otro lugar.

EXPLICACIÓN.

                       5 - 17. La liberación de Pedro de la prisión equivale a su éxodo personal, según se desprende de los números paralelos con el relato del Éxodo (Éx 12): "aquella noche" (6) o noche de Pascua (4), el ángel del Señor (7, cf. Éx 23,20), los ázimos (3), el ponerse el cinturón y las sandalias (8), la salida precipitada (9s). Se distinguen tres etapas: liberación sin que Pedro tenga conciencia de ello (7-9); cuádruple travesía (primera, segunda guardia, puerta de hierro, primera calle) de la mano del ángel (19); toma de conciencia de Pedro una vez que éste se ha apartado de él (10d-11).

                       Pedro se da cuenta de que el Señor Jesús no sólo lo ha liberado de las manos de Herodes (figura del Faraón), sino también de "toda la expectación del pueblo de los judíos" (11). El sentido de la frase no se limita a la circunstancia histórica; la "expectación"  no es solamente la de su muerte, sino principalmente la expectación mesiánica de Israel, de la que él había participado hasta ese momento (cf. 3,20s); la expresión "pueblo de los judíos" (11), insólita en boca de Pedro, marca una distancia; Pedro ya no se considera miembro de ese pueblo. Se ha completado su conversión (cf. Lc 22,32), ha renunciado a los ideales mesiánicos nacionalistas que le impedían comprender el mensaje universal de Jesús.

                       En lugar de dirigirse a la iglesia oficial, de la que había sido hasta entonces líder indiscutible y que preside ahora Santiago (cf v. 17a; 15,13; 21,18), Pedro, al "caer en la cuenta" de la profunda liberación que se ha producido en su interior, expresada figuradamente como la liberación de la prisión de seguridad (v.10), opta por ir "a la casa de ((la)) María (doble artículo), la madre de Juan, el llamado Marcos" (12a).

                      La casa representa una comunidad (12b: "reunidos orando") no mencionada hasta ahora por este nombre, presidida por una María que tampoco conocíamos, precedidas ambas de artículo referencial: no puede tratarse de otra comunidad que de la residente en la "ciudad de Jerusalén" (gr. Hierosoluma: cf. 8,1b.25; 11,2 rec. occ; 11,27), distinta de la establecida en "Jerusalén" (gr. Ierousalêm: 8,1c.14, según la rec. occ.; 9,26.28; 11,22).

                     Juan Marcos volverá a aparecer en 12,25; 13,5.13; 15,37.39; tres veces es designado con el doble nombre (12,12.25; 15,37); la última vez simplemente como "Marcos" (15,39): se trata del evangelista Marcos y, por tanto, del garante (cf. 13,5) del mensaje auténtico de Jesús.

                    Como de costumbre (cf. 4,35-5,11; 9,33-43), sirviéndose de tres personajes calificados Lc traza los rasgos característicos de la comunidad modelo: María representa el amor maternal, Juan el mensaje evangélico, Rosa el servicio (12s).

                    La escena contiene una serie de marcas que la relaciona con la de la triple negación de Pedro (Lc 23,54-62): la casa, el seguimiento, el reconocimiento de algo/alguien, la sirvienta, la identificación exacta, la salida o éxodo. El total escepticismo de los reunidos ante el anuncio de la sirvienta (15b: "Estás loca"; 15e: "Será su ángel";  16: "Se quedaron fuera de sí") contrasta con la triple identificación de Pedro en la escena de las negaciones.

                   Pedro cuenta a la comunidad el modo cómo el Señor Jesús lo ha liberado de su prisión interior (17b, cf. v.11). Seguidamente se distancia de la iglesia oficial presidida por Santiago (17c), para iniciar su definitivo éxodo (17e). Pedro ha dado remate así a la conversión que inició cuando "salió fuera" y lloró amargamente (Lc 22,62). El "otro lugar", en oposición al "lugar" por excelencia, el templo, es el terreno de la misión.          

miércoles, 23 de febrero de 2011

PEDRO RECONOCE A LA COMUNIDAD DE JUAN "MARCOS". Herodes se ensaña con la iglesia judeocreyente. Hch 12,1-4.

12               1 En aquella ocasión el rey Herodes echó mano a algunos miembros de la comunidad para ensañarse con ellos.
2 Hizo pasar a cuchillo a Santiago, el hermano de Juan.
3 Viendo que esto agradaba a los judíos, procedió a detener también a Pedro. Eran los días de la fiesta de los Ázimos.
4 Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando de vigilarlo a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno: tenía intención de hacerlo comparecer ante el pueblo pasadas las fiestas de Pascua.

EXPLICACIÓN.

                   1 - 4. La aceptación de una colecta procedente de grupos extranjeros no judíos provoca un cambio radical de actitud en el rey Herodes respecto a la iglesia de Jerusalén (1). Herodes Agripa I reinó en Judea y Samaría los años 41-44 d.C. Consciente de la susceptibilidad nacional y religiosa de los judíos, primero tantea el ambiente haciendo degollar a Santiago, hermano de Juan, primer mártir del grupo apostólico (2); el respaldo del pueblo judío le da alas para hacer encarcelar a Pedro, representante de una iglesia que, por haber aceptado ayuda de paganos, ha perdido las simpatías del pueblo (3a, cf. 5,13.26).

                 La persecución afecta de lleno a los apóstoles. Lc precisa por partida doble que tiene lugar durante las fiestas de Pascua (3b-4). La construcción de esta secuencia se inspira en la escena del Ev. en que el tetrarca Herodes decidió acabar con el Bautista (Lc 3,19s): 1) el tetrarca/rey Herodes; 2) maldades/saña; 3) ulterior propósito de dar remate a estas fechorías; 4) encarcelamiento; 5) mención de Juan Bautista/apóstol, etc.

MANIFESTACIÓN DE LA IGLESIA "CRISTIANA". Hch 11,27-30.

                    27 Por aquellos mismos días unos profetas bajaron a Antioquía desde la ciudad de Jerusalén.
28 Uno de ellos, de nombre Ágabo, se puso en pie y, movido por el Espíritu vaticinó que iba a haber una gran escasez en el mundo entero. (Fue la que sucedió en tiempos de Claudio.)
29 Los discípulos, sin embargo, decidieron mandar un subsidio, según los recursos de cada uno, a los hermanos que residían en Judea:
30 así lo hicieron, enviándolo a los responsables por mano de Bernabé y Saulo.

EXPLICACIÓN.

                     Manifestación de la iglesia cristiana (11,27-12,25): Comprende la decisión de la iglesia de Antioquía de compartir los bienes personales con la iglesia judeocreyente (11, 27-30); la persecución de Herodes contra la iglesia de Jerusalén (12,1-4), el reconocimiento de la comunidad de Marcos por parte de Pedro (12,5-17), el tráfigo fin de Herodes (12,18-23) y el colofón final (12,24s).

                    Ágabo, inspirado por el Espíritu Santo, predice que se avecina un período de suma escasez que afectará a todos los habitantes del Imperio romano; Lc; puntualiza que tuvo lugar en tiempos del emperador Claudio (28). La rec. occ. precisa, tras la llegada de los profetas: "Hubo gran alegría. Mientras nosotros estábamos congregados habló uno de ellos, de nombre Ágabo, vaticinando, etc." Aparece por primera vez, según esta rec., la expresión "nosotros", que reaparecerá más tarde en el decurso de la misión (cf. 16,10). La rec. occ. identifica ese grupo con la comunidad "cristiana".

                    Los discípulos toman la grave decisión de enviar una colecta, según los recursos de cada uno, para paliar el hambre que se avecina y que paradójicamente, no afectará a la iglesia cristiana (cf. Lc 12,22-34), sino tan sólo a la iglesia judeocreyente que tenía comunidad de bienes, pero que ya no posee la bendición de Dios (29, cf. 7,9-12; Gn 39; Dt 28,4.18). Bernabé y Saulo, en representación de la comunidad, serán los encargados de entregar la colecta a los responsables; la comunidad de Jerusalén ha asimilado su organización a la institución judía (30, "los responsables" o presbyteroi, cf. Lc 9,22; 20,1; 22,52; Hch 4.5.8.23; 6,12).

                  Lucas establece una serie de paralelos con la escena del nacimiento de Jesús (Lc 2,1-5): 1) encabezamiento similar; 2) decreto imperial/profecía del Espíritu; 3) alcance universal del censo/de la escasez; 4) cumplimiento del decreto/profecía; 5) movilización general; 6) realización a cargo de un grupo concreto, portador de un fruto (Jesús/colecta), que se dirige a Judea.

ANTIOQUÍA, PUNTO DE CONFLUENCIA DE LOS DISPERSOS. Hch 11,19-26.

   19 Entre tanto, los dispersos con motivo de la persecución provocada por lo de Esteban llegaron en su recorrido hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin exponer el mensaje a nadie más que a los judíos.
20 Pero hubo algunos de ellos, naturales de Chipre y de Cirene, quienes, al llegar a Antioquía, se pusieron  a hablarles también a los griegos, dándoles la buena noticia del Señor Jesús.
21 Como la fuerza del Señor los sostenía, gran número creyó, convirtiéndose al Señor.
22 Llegó noticia de esto a oídos de la comunidad de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía.
23 Al llegar allí y ver aquella generosidad de Dios, se alegró mucho y se puso a exhortarlos a todos a seguir unidos al Señor con firme propósito,
24 porque era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe. Una multitud considerable se adhirió al Señor.
              25 Entonces salió para Tarso en busca de Saulo,
26 lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Vivieron un año entero con aquella comunidad instruyendo a una multitud considerable, y fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados "cristianos".

EXPLICACIÓN.

19-26.        Una vez completada la tripe "conversión" (apertura a la misión universal) de Felipe (grupo helenista), Saulo (fariseísmo) y Pedro (grupo hebreo), Lc cierra la digresión retomando el hilo del discurso: los dispersos han franqueado ya las fronteras de Palestina y han alcanzado toda la diáspora judía (totalidad expresada mediante tres nombres geográficos), sin que hasta ahora ninguno de ellos se haya dirigido a otro auditorio que no fuera el judío (19).

                 Los helenistas más abiertos, en razón directa de su lejanía geográfica (allende el mar) del centro del judaísmo, al llegar a Antioquía, capital de Siria, se pusieron a anunciar la buena noticia también a los paganos (20). El Señor bendice, es decir, apoya la obra (cf. 4,30; Lc 1,28.66; Hch 7,9; 10,38) de los que secundan su designio, y esto se refleja en la conversión masiva de paganos (21).

                La iglesia instalada en "Jerusalén" (sentido sacral) ha sido puntualmente informada de esa nueva apertura (cf. 8,14; 11,1); pero esta vez, al no tratarse de israelitas, no envían una representación de la comunidad, como ocurrió en Samaría (8,14), sino sólo a Bernabé (cf. 4,36s; 9,27), para que complete el informe (22).

               Éste, por su parte, dándose cuenta de la trascendencia de lo sucedido en Antioquía, exhorta (haciendo honor a su nombre) a continuar la experiencia, sin circuncidarse ni abrazar la religión judía (23); "la generosidad/la gracia" (23) es el don del Espíritu. Lc puntualiza, como ha hecho con los helenistas, y en particular con Esteban, que Bernabé estaba lleno de Espíritu Santo y de fe/adhesión a Jesús (24, cf. 6,3.5); nuevas adhesiones. No se dice que Bernabé bautice con agua, rito de la cultura judía, que habría significado la integración en la iglesia judeo-creyente (cf. 1,5).

               En lugar de regresar a Jerusalén (cf. 8,14), Bernabé sale en busca de Saulo y lo asocia a la tarea comunitaria (25), permaneciendo ambos un año entero en la comunidad de Antioquía enseñando y configurándola; por primera vez los discípulos ya no son confundidos con los judíos, sino que se les reconoce como un grupo distinto de la comunidad judeocreyente, como seguidores de un Mesías/Cristo excomulgado y ajusticiado en nombre de la Ley; el éxodo del Mesías fuera de la institución judía (cf. Lc 9,31) presagiaba ya esta ruptura; los "cristianos" son los que realizan su encargo (cf. 1,8) (26).                

martes, 22 de febrero de 2011

PEDRO. PREOCUPACIÓN DE PEDRO POR LAS COMUNIDADES: ENEAS, TABITA Y SIMÓN. Hch 9,31-11,18.

   31 Entre tanto, las comunidades gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaría, pues se iban construyendo, progresaban en la fidelidad al Señor y crecían, alentadas por el Espíritu Santo.
                    32 Sucedió que Pedro, que iba recorriéndolo todo, bajó también a ver a los consagrados que residían en Lida.
33 Encontró allí a cierto individuo de nombre Eneas, que estaba paralizado y llevaba ocho años postrado en un catre.
34 Pedro le dijo:
                   - Eneas, Jesús Mesías te da la salud; levántate y ponte a la mesa.
                   Al instante se levantó.
35 Lo vieron todos los que residían en Lida y en la llanura de Sarón y se convirtieron al Señor.
                  36 En Jafa había cierta discípula de nombre Tabita, que traducido significa Gacela, colmada de obras buenas y, en particular, de las limosnas que hacía.
37 Sucedió que, por aquellos mismos días, cayó enferma y murió; la lavaron y la pusieron en la sala de arriba.
38 Como Lida está cerca de Jafa, al enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron a dos hombres que le suplicaron:
               - No tardes en venir hasta nosotros.
               39 Pedro se fue con ellos al momento. Cuando llegó, lo llevaron a la sala de arriba y se le presentaron todas las viudas, mostrándole con lágrimas en los ojos los vestidos y mantos que hacía Gacela cuando estaba con ellas.
40 Pedro mandó salir fuera a todos, y, de rodillas, se puso a orar. Se volvió hacia el cuerpo y dijo:
              - Tabita, levántate.
              Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó.
41 Él le dio la mano, la levantó y, llamando a los consagrados y a las viudas, se la presentó viva.
42 El hecho fue notorio en toda Jafa, y muchos creyeron en el Señor.
             43 Pedro se quedó en Jafa bastantes días, en casa de cierto Simón, que era curtidor.

   CRISIS DE PEDRO: EL CENTURIÓN CORNELIO.

10    1 Había en Cesarea cierto individuo de nombre Cornelio, centurión de la cohorte Itálica.
2 Era devoto y adicto a la religión judía, como toda su familia; daba muchas limosnas al pueblo y era constante en los rezos.
3 A eso de la media tarde tuvo una visión: vio claramente al ángel de Dios que entraba en su cuarto y lo llamaba:
           - ¡Cornelio!
           4 Él se le quedó mirando y le preguntó asustado:
           - ¿Qué quieres, Señor?
           Le dijo:
           - Tus oraciones y tus limosnas han llegado hasta Dios y las tiene presentes.
5 Envía ahora hombres a Jafa y manda buscar a cierto Simón, el llamado Pedro;
6 se aloja en casa de otro Simón, curtidor, cuya casa está junto al mar.
           7 Cuando se marchó el ángel que le había hablado, llamó a dos criados y a un soldado devoto, que era ordenanza suyo;
8 les refirió todo y los mandó a Jafa.
          9 Al día siguiente, mientras ellos iban de camino, cerca ya de la ciudad, hacia el mediodía subió Pedro a la azotea para orar,
10 pero sintió hambre y quiso tomar algo. Mientras se lo preparaban, tuvo un arrebato;
11 contempló el cielo abierto y una cosa que bajaba, como un toldo enorme, que por los cuatro picos se posaba sobre la tierra.
12 Contenía todo género de cuadrúpedos y reptiles de la tierra y de pájaros del cielo.
13 Y una voz le habló:
           - Levántate, Pedro, sacrifica y come.
           14 Replicó Pedro:
           - Ni pensarlo, Señor; nunca he comido nada profano e impuro.
           15 De nuevo, por segunda vez, le habló una voz:
           - Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú profano.
           16 Esto se repitió tres veces, y en seguida se llevaron aquella cosa al cielo.
           17 Pedro no acertaba a explicarse el sentido de aquella visión. Entre tanto los emisarios de Cornelio, que habían andado buscando la casa de Simón, se presentaron en el portal.
18 y, dando una voz, preguntaron si se alojaba allí Simón, el llamado Pedro.
           19 Mientras Pedro reflexionaba sobre la visión, le dijo el Espíritu:
           - Mira, hay tres hombres que te buscan.
20 Levántate, baja y vete con ellos sin poner reparos, que los he enviado yo.
          21 Pedro bajó adonde estaban y les dijo:
          - Aquí estoy, yo soy el que buscáis. ¿Qué os trae por aquí?
          22 Contestaron ellos:
         - Cornelio, el centurión, hombre recto y adicto al judaísmo, recomendado por la entera nación judía, ha recibido aviso de un ángel santo encargándole que te mande llamar, para que vayas a su casa y escuchar lo que le digas.
          23 Pedro los invitó a entrar y les dio alojamiento.
          Al día siguiente, salió con ellos sin tardar, acompañado de algunos hermanos de Jafa.
24 Al otro día llegaron a Cesarea. Cornelio los estaba aguardando, y había reunido a sus parientes y amigos íntimos.
25 Cuando Pedro iba a entrar, Cornelio le salió al encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje;
26 pero Pedro lo alzó diciendo:
         - Levántate, que también yo soy un simple hombre.
          27 Entró en la casa conversando con él, encontró a muchas personas reunidas
28 y les dijo:
        - Vosotros sabéis cómo le está prohibido a un judío tener trato con extranjeros o entrar en su casa; pero a mí me ha enseñado Dios a no llamar profano o impuro a ningún hombre.
29 Por eso, cuando me habéis mandado llamar, no he tenido inconveniente en venir. Ahora quisiera saber el motivo de la llamada.
         30 Contestó Cornelio:
         - Hace cuatro días estaba yo orando en mi casa a esta misma hora, a media tarde, cuando se me presentó un hombre con ropaje espléndido,
31 que me dijo: "Cornelio, Dios ha escuchado tu oración y tiene presentes tus limosnas.
32 Manda  alguien a Jafa e invita a venir a Simón, el llamado Pedro, que se aloja en casa de Simón el curtidor, junto al mar".
33 Te mandé recado en seguida y tú has tenido la amabilidad de venir. Ahora, aquí nos tienes a todos delante de Dios, para escuchar todo lo que el Señor te haya encargado decirnos.
          34 Pedro tomó la palabra y dijo:
          - Realmente, voy comprendiendo que Dios ni discrimina a nadie,
35 sino que acepta al que lo respeta y obra rectamente, sea de la nación que sea.
36 Él envió su mensaje a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesús el Mesías, que es Señor de todos.
37 Vosotros conocéis muy bien el hecho acaecido en todo el país judío, empezando por Galilea después de que Juan predicó el bautismo,
38 el hecho de Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando todos los sojuzgados por el diablo, porque Dios estaba con él.
39 Nosotros somos testigos de todo lo que hizo tanto en el país judío como en Jerusalén. Lo mataron, colgándolo de un madero.
40 A éste, Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se dejara ver,
41 no de todo el pueblo, sino de los testigos que Dios había designado de antemano, de nosotros, que hemos comido y bebido con él después que resucitó de la muerte.
42 Él nos mandó predicar al pueblo dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos.
43 Sobre esto el testimonio de los Profetas es unánime; todo el que le da su adhesión obtiene el perdón de los pecados.
              44 Todavía estaba hablando Pedro, cuando bajó impetuosamente el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban el mensaje.
45 Los creyentes circuncisos que habían ido con Pedro se quedaron desconcertados de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los paganos,
46 pues los oían hablar en otras lenguas proclamando la grandeza de Dios. Entonces intervino Pedro:
            47 - ¿Se puede acaso negar el agua del bautismo a éstos, que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?
            48 Y dispuso que se bautizaran invocando a Jesús Mesías. Entonces le rogaron que se quedara unos días allí.

        PEDRO ANTE LA IGLESIA DE JERUSALÉN.

11          1 Los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los paganos habían aceptado el mensaje de Dios.
2 Cuando Pedro subió a la ciudad de Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le reprochaban:
                  3 - Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.
                  4 Entonces Pedro, empezando por el principio, les expuso los hechos por su orden:
                  5 - Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando en un arrebato tuve una visión: una cosa que bajaba, como un toldo enorme, que por los cuatro picos era arriado del cielo hasta donde yo estaba.
6 Miré, me fijé y vi los cuadrúpedos que hay en la tierra, las fieras y los reptiles y los pájaros del cielo.
7 Luego oí una voz que me decía: "Levántate, Pedro, sacrifica y come".
8 Yo repliqué: "Ni pensarlo, Señor; nunca ha entrado en mi boca nada profano o impuro".
9 Por segunda vez hablo una voz del cielo: "Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú profano".
10 Esto se repitió tres veces, luego tiraron de todo aquello y lo subieron otra vez al cielo.
11 En aquel preciso momento se presentaron en la casa donde estábamos tres enviados desde Cesarea con un recado para mí.
12 El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin poner reparos. Me acompañaron también estos seis hermanos y entramos en la casa de aquel hombre.
13 Él nos contó cómo había visto al ángel que se presentó en su casa diciéndole: "Envía alguien a Jafa y manda a buscar a Simón el llamado Pedro.
14 Lo que te diga él te traerá la salvación a ti ya tu familia".
15 En cuanto empecé a hablar, bajó impetuosamente el Espíritu Santo sobre ellos, igual que sobre nosotros al principio,
16 y me acordé de aquel dicho del Señor "Juan bautizó con agua; vosotros, en cambio, seréis bautizados con Espíritu".
17 Pues si Dios quiso darles a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesús Mesías, ¿cómo podía yo impedírselo a Dios?
               18 Con esto se calmaron y alabaron a Dios diciendo:
               - ¡Así que también a los paganos les ha concedido Dios el arrepentimiento que lleva a la vida!

EXPLICACIÓN.

9,31-11,18. La tercera hoja del tríptico narra con todo detalle el cambio profundo que se opera en Simón Pedro, portavoz del grupo apostólico. Contiene igualmente tres cuadros. Al igual que en la secuencia de Felipe, el primer cuadro da comienzo con una descripción generalizada de la paz alcanzada por la iglesia palestinense gracias a la conversión de Saulo (31); a continuación se singulariza con un caso concreto: Pedro visita todas las comunidades fundadas para comprobar el estado en que se encuentran (32a). Mediante tres ejemplos Lc puntualiza cuál es la situación real de las comunidades creyentes. (El mismo procedimiento ha sido empleado en el centro del segundo sumario, Hch 4,36-5,16).

                  En la primera escena se describe en lenguaje figurado la situación halagüeña de la comunidad creyente de Lida (32b): Eneas, personaje representativo ("cierto individuo"), yace paralítico en un catre desde hace ocho años: su estado de postración data de los inicios de la nueva comunidad (33). Pedro lo invita a levantarse de su postración y a participar de la vida de la comunidad (34: la expresión griega es ambigua: ·Hazte la cama/reclínate a la mesa"). El desbloqueo de la comunidad produce sus frutos (35). Hay una serie de rasgos comunes y de contraste entre esta escena y la del paralítico del Ev. (Lc 5,17-26).

                La segunda escena tiene como protagonista un personaje femenino, también representativo ("cierta discípula"), Tabita, que traducido significa Gacela, exponente de la vitalidad y agilidad que otrora tenía aquella comunidad (36). Las obras de beneficencia propias de la religiosidad judía no han bastado para evitar su muerte; la sala de reuniones de la comunidad se ha convertido en un velatorio (37). Una delegación de la comunidad suplica insistentemente a Pedro que intervenga en sus asuntos internos (38). Situación desesperada de las "viudas", símbolo del desamparo total (39).

                Pedro, al modo de Jesús (cf. Mc 5,41), intenta enderezar la situación (40). Al final lo consigue y restablece el cuerpo comunitario (41). Nuevas adhesiones (42). La escena de la resurrección de Tabita recuerda de cerca la resurrección de la hija de Jairo (Lc 8,40-42.49-56). Otra serie de marcas la pone en relación con el doble paradigma de Elías y el hijo de la viuda de Sarepta (3 Re 17,17-24 LXX, cf. Lc 4,26) y de Eliseo y el hijo de la sunamita (4 Re 4,8-37 LXX).

              La tercera escena es muy breve. En contraste con las dos situaciones anteriores, la tercera es muy escueta. Igual ocurrió en la descripción central del segundo sumario: el caso de Bernabé comparado con los de Ananías y Safira. "Cierto Simón" (43) es un nuevo personaje representativo; su condición de "curtidor" de pieles, oficio considerado impuro por un judío, por el contacto que conlleva con animales muertos, sugiere la existencia de una comunidad marginada en Jafa.

             Pedro, en lugar de quedarse en casa de Tabita, prefiere contaminarse hospedándose en una comunidad que no tiene necesidad de su actividad  carismática y que no es bien vista por los creyentes ortodoxos por su actitud libre respecto a la Ley, pero donde no hay enfermedad alguna. Es el primer paso para su posterior "conversión" en casa del pagano Cornelio.

             Segundo cuadro: La primera escena se desarrolla en Cesarea, ciudad del César. Presenta a un personaje real, Cornelio, representativo ("cierto individuo") del paganismo ("centurión") (1), adepto a la religión judía (2). La visión, clara y manifiesta, tiene lugar a la hora "nona" (3), la misma hora ("a eso de", lit. "como") en que Jesús moría en la cruz (Lc 23,44) abriendo la salvación a la humanidad personificada en el centurión (Lc 23,47). La oren del ángel relaciona mediante el nombre a Simón "Pedro" con Simón "curtidor"; de éste se precisa ahora que tiene su casa "junto al mar", a punto de emprender el éxodo que ha de llevar la comunidad al mundo pagano (5s). No se explicita el encargo del ángel.

           La segunda escena tiene lugar en Jafa, en casa de Simón el curtidor. Pedro se apresta a cumplir con sus obligaciones religiosas hacia la hora "sexta" (9), hora en que la tiniebla cubrió la tierra poco antes de la muerte de Jesús (Lc 23,44). Envuelto en tinieblas, "sintió hambre" (10), expresión de insatisfacción interior por la situación de las comunidades.

          Un arrebato lo deja en estado semiconsciente (cf., en cambio, v.3); durante el trance tiene una visión (cf. 11,5; 10,17.19), una revelación ("cielo abierto"): contempla el toldo del firmamento cubriendo indiscriminadamente a todo género de animales (la creación) (cf. Gn 1,20-24; 6,20), que la Ley judía había separado en puros e impuros, como expresión de la santidad del pueblo en relación con los paganos; significa que Dios acepta a todas sus criaturas sin excepción ("los cuatro picos" = los cuatro puntos cardinales) (11s).

          La voz interpreta la visión: es la voz del propio Jesús que lo llama por el sobrenombre que él mismo le impuso (Lc 6,14), "Pedro", en vocativo, como en la predicción de sus negaciones (Lc 22,34s), y lo invita a emanciparse de las tradiciones patrias (13, en contraste con "mientras se lo preparaban" del v.10). Pedro replica con aire de suficiencia (14), igual que hizo cuando Jesús lo advirtió de su inminente apostasía (Lc 22,33). Jesús le advierte de nuevo que la distinción entre sagrado y profano no se corresponde con el plan de Dios (15).

         El diálogo se repite "tres veces" (16), como la triple negación de Pedro predicha por Jesús (Lc 22,34b.61). Pedro queda perplejo (17a); la rec. occ. insiste en que no tenía plena conciencia de lo que decía: "cuando volvió en sí, se puso a reflexionar sobre el sentido de aquella visión". La visión ha sido redactada en paralelo con la escena del bautismo de Jesús en el Jordán (Lc 3,21s: "mientras oraba, cielo abierto, descenso de alguien/algo, voz celeste"). Lc insiste en la relación entre los dos Simones, el curtidor y Pedro (17b-18).

         El Espíritu Santo aprovecha la incipiente apertura de Pedro (19). Lo invita a levantarse de su postración, a cambiar de actitud y a emprender su éxodo personal, sin poner obstáculo a los planes de Dios (20). Al igual que en el caso de Felipe (8,26.29), la misión liberadora del ángel/Jesús debe preceder a la intervención del Espíritu Santo; éste sólo puede actuar cuando hay un mínimo de apertura.

          Pedro accede con prontitud (21). Los emisarios de Cornelio insisten en los trazos projudíos de Cornelio, en la visión que éste ha tenido, sobre todo en lo que afecta a Pedro; se insinúa ya que éste deberá pronunciarse (22). Pedro les da alojamiento; en casa de Simón el curtidor no se discrimina a nadie (23a).

          La tercera escena se desarrolla de nuevo en Cesarea. Pedro sale de Jafa acompañado de algunos hermanos como testigos (23b). Cornelio los está aguardando (24). Pedro no acepta que le rindan homenaje y se comporta como un igual (25-27).

          Sus primeras palabras hacen referencia al obstáculo insalvable para un judío que él ha tenido que superar (28-29a). Ignora todavía el motivo de la llamada (29b). El triple relato de la visión de Cornelio manifiesta su carácter paradigmático: se insiste en la identidad de cada uno de los dos Simones ("Pedro"/ "curtidor", junto al mar") y se revela por primera vez que Pedro ha recibido un encargo del Señor para los paganos (30-33).

           El discurso de Pedro manifiesta que, a pesar de haber comprendido que Dios no acepta la segregación religiosa que propugnaba el judaísmo (34, cf. vv. 15.20.28), no está dispuesto a renunciar un ápice a la posición privilegiada de Israel.

           Basa su discurso en el postulado judío de que Dios acepta a todo el que es religioso y practica la justicia (35; cf. vv. 2.22). De momento ha reducido el contenido de la visión de Jafa a una aceptación material de los paganos. Para Pedro, el destinatario de la paz mesiánica es Israel, aunque de hecho Dios la ha enviado por medio de Jesús para todos los pueblos (36).

          Pedro cree que Cornelio y familia, en su calidad de adeptos judíos, tienen conocimientos de todo lo referente a Jesús de Nazaret, a su unción mesiánica en el Jordán y a su misión liberadora (37s). Él mismo se incluye entre los testigos de la vida pública de Jesús y de su muerte en cruz (39). Dios lo ha resucitado y ha limitado sus apariciones a algunos testigos privilegiados (40s).

          Restringe a Israel ("el pueblo") el mensaje que Jesús les había encargado predicar a todas las naciones (cf. 24,47; Hch 1,8) y circunscribe el contenido de la predicación presentando a Jesús como el Juez universal designado por Dios (cf. Lc 3,16s) (42). Concuerda con esto el testimonio unánime de los Profetas, a saber, que todo el que le da su adhesión -en el marco del pueblo judío- obtiene sentencia absolutoria (43; cf. Lc 3,3). Pedro no menciona para nada el don universal del Espíritu (cf. 1,5; 2,17-21; 11,16), defraudando así la expectación de Cornelio (cf. v. 33 y 11,14).

           El Espíritu Santo interrumpe el discurso, irrumpiendo ostensiblemente sobre todos los oyentes (44). El asombro de los creyentes circuncisos y el del propio Pedro muestra que no pensaban que la salvación se pudiera extender a los paganos sin la mediación de Israel (45). La experiencia del Espíritu es manifiesta y palpable (46).

          Ante la evidencia de los hechos. Pedro desiste de incitar a los paganos a abrazar la religión judía, aceptando la Ley para obtener la salvación; sin embargo, los hace bautizar, a pesar de que han sido bautizados con Espíritu Santo, los mismos que él con los ciento veinte en Pentecostés (2,1ss), sin que precediera el bautismo con agua (47s). Pretende integrarlos así en el Israel mesiánico (cf. 2,38).

         Tercer cuadro: La noticia de la integración de gente de origen pagano en la comunidad, sin mediar la circuncisión, ha llegado veloz a la iglesia de Jerusalén (11,1). Los hermanos circuncisos le echan en cara a Pedro, cuando osa presentarse allí, que se ha contaminado con gente impura. (2s).

         La rec. occ. contiene elementos nuevos: "Pedro, al cabo de largo tiempo, decidió ir a la ciudad de Jerusalén. Mandó llamar a los hermanos para confirmarlos, mientras enseñaba por aquella región y les hablaba largamente. Cuando llegó allí les notificó el favor concedido por Dios. Pero los hermanos partidarios de la circuncisión se pusieron a reprocharle, etc.". Según esto, Pedro no tiene prisa en ir a Jerusalén; la decisión ha sido madurada durante largo tiempo. Es más, aprovecha la ocasión para afianzar a los hermanos en la fe, según le había predicho Jesús: "Y tú, cuando te conviertas, afianza a tus hermanos" (Lc 22,32). La "conversión" de Pedro ha tenido lugar en casa de Cornelio.

         Pedro se justifica haciendo resaltar la concatenación de los hechos (4). Subraya a continuación los puntos esenciales que lo han conducido a ese cambio tan radical, omitiendo los que podrían suscitar animosidad. Omite así que "sintió hambre" mientras oraba, subraya que la visión del toldo que bajaba del cielo lo sacó fuera de sí (5), que fijó la atención en su contenido y que percibió distintamente los cuatro reinos de la creación (6).

         El diálogo es prácticamente el mismo (7-9). Recalca, con el triple forcejeo entre él y Jesús, que lo que estaba en juego era el futuro de la misión (10). Hace hincapié en la llegada de tres enviados de Cesarea "en la casa donde estábamos", sin mencionar el nombre del centurión Cornelio ni el de Simón el curtidor, pero dando a entender que no estaba solo (11). Enfatiza la invitación del Espíritu y precisa que lo acompañaron los seis circuncisos allí presentes (12).

         En lo concerniente al encuentro con Cornelio sigue omitiendo su nombre, así como el de Simón el curtidor, en el encargo que aquél había recibido del ángel (13). Revela por fin que tenía el encargo de Jesús de comunicar a los paganos un mensaje de salvación (14), escudándose en el hecho de que el Espíritu Santo irrumpió sobre los paganos, lo mismo que sobre ellos en Pentecostés, apenas él había empezado a hablar (15).

        Termina con un detalle que nos era desconocido: la irrupción del Espíritu sobre los paganos le hizo comprender el alcance del dicho del Señor que diferenciaba el bautismo con agua, propio del Bautista, del bautismo con Espíritu Santo (16). Omite la mención del bautismo con agua (cf. 10,47s). Al sacar la conclusión de esta nueva manifestación del Espíritu, esta vez sobre los paganos, repite en términos parecidos que se trata del mismo don y que él no era quién para impedírselo a Dios (17).

          La argumentación de Pedro no admite réplica. La Iglesia de Jerusalén no puede negar la evidencia de estos hechos, avalados por el testimonio de Pedro y de sus seis acompañantes, todos ellos circuncisos. Sin embargo, no alaban a Dios por el don del Espíritu concedido a los paganos, sino solamente por el don del arrepentimiento (18, cf. 5,31). Se abre con ello un compás de espera. Volverán a la carga más adelante, forzando la convocatoria de la asamblea de Jerusalén.

          Lc había anticipado en el Ev. el tema de la entrada de los paganos en el Reino al describir el acercamiento masivo de los recaudadores y descreídos a Jesús y el consiguiente reproche de los fariseos y los letrados (Lc 151s). La respuesta de Jesús en forma de un tríptico de parábolas (oveja y dracma perdida, hijo pródigo: 15,3-32) no provocó reacción alguna de los adversarios. Lc dejó así abierta la cuestión para replantearla en Hch en este tríptico, donde, después de verificarse la trascendental apertura de la iglesia al mundo pagano, se comprueba una reacción contraria parecida a aquélla, esta vez por parte de los circuncisos. La disyuntiva "justos/pecadores" del Ev. desemboca en Hch en la disyuntiva "circuncisos/paganos", basadas ambas en el postulado judío de lo "puro/impuro, sagrado/profano".                 

SAULO. CRISIS DE SAULO, EL PERSEGUIDOR POR ANTONOMASIA. Hch 9,1-30.

9                  1 Saulo, respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, fue a ver al sumo sacerdote
2 y le pidió credenciales para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a llevarse presos a Jerusalén a los que encontrase que seguían aquel Camino, lo mismo hombres que mujeres.
                     3 En el viaje, al acercarse a Damasco, de repente una luz celeste lo envolvió con claridad;
4 cayó a tierra y oyó una voz que le decía:
                    - ¡Saúl, Saúl!, ¿por qué me persigues?
                     5 Preguntó él:
                    - ¿Quién eres, Señor?
                    Respondió éste:
                    - Yo soy Jesús, a quién tu persigues.
6 Anda, levántate, entra en la ciudad y allí te dirán lo que tienes que hacer.
                   7 Sus compañeros de viaje se habían detenido mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie.
8 Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. De la mano lo llevaron hasta Damasco.
9 Estuvo tres días sin vista y sin comer ni beber.

  SAULO RECOBRA LA VISTA GRACIAS A ANANÍAS.

                 10 Había en Damasco cierto discípulo de nombre Ananías. El Señor lo llamó en una visión:
                 - ¡Ananías!
                 Respondió él:
                 - Aquí estoy, Señor.
                11 El Señor le dijo:
                - Ve en seguida a la calle que llaman Derecha y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Ahora está orando
12 y ha tenido una visión: que un individuo llamado Ananías entraba y le aplicaba las manos para que recobrase la vista.
                13 Ananías replicó:
                - Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus consagrados en Jerusalén;
14 y aquí tiene poderes de los sumos sacerdotes para apresar a todos los que invocan tu nombre.
               15 El Señor le repuso:
               - Anda, ve, que ese hombre es un instrumento elegido por mí par que lleve mi nombre delante de los paganos y de sus reyes, así como de los israelitas.
16 Yo le mostraré cuánto tiene que padecer por ese nombre mío.
               17 Partió Ananías y entró en aquella casa, le aplicó las manos y le dijo:
               - Hermano Saúl, el Señor me ha enviado, Jesús, el que se te apareció cuando venías por el camino, para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo.
               18 Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó y lo bautizaron.
19 Luego tomó alimento y le volvieron las fuerzas.

     SAULO PROCLAMA QUE JESÚS ES EL MESÍAS.

                Pasó unos días con los discípulos de Damasco,
20 y muy pronto se puso a predicar en las sinagogas sobre Jesús, afirmando que éste es el Hijo de Dios.
21 Todos los oyentes quedaban pasmados y comentaban:
                - ¿No es éste el que se ensañaba en Jerusalén contra los que invocan ese nombre?, y ¿no había venido aquí precisamente para llevarlos presos a los sumos sacerdotes?
               22 Pero Saulo se crecía y confutaba a los judíos que residían en Damasco, demostrando que Jesús es el Mesías.
               23 Pasados bastantes días, los judíos se concertaron para darle muerte,
24 pero Saulo tuvo noticia de su conjura. Como día y noche custodiaban las puertas de la ciudad para matarlo,
25 sus discípulos lo cogieron de noche y lo descolgaron muro abajo en un cesto.
              26 Llegado a Jerusalén, trataba de juntarse a los discípulos; pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera discípulo.
             27 Entonces Bernabé lo acogió, lo presentó a los apóstoles y les contó cómo había visto al Señor en el camino y que le había hablado, y cómo en Damasco había predicado con valentía sobre la persona de Jesús.
            28 Saulo iba y venía con ellos en Jerusalén predicando con valentía sobre la persona de Jesús.
29 Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se propusieron darle muerte.
30 Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso.

EXPLICACIÓN.

1-30.             La conversión de Saulo ocupa el centro del tríptico. También esta secuencia consta de tres cuadros. El primer cuadro enlaza con el intento de Saulo de suprimir a la iglesia helenista (8,3), ampliando su radio de acción a las sinagogas de la diáspora (1s).

                    La primera fase de la conversión de Saulo tiene lugar en el camino de Damasco: primero ve una luz cegadora, experiencia visual (2, cf. 22,6; 26,13); luego escucha la voz de Jesús, 
experiencia auditiva, que lo llama en arameo por su nombre ("Saúl" persigue a "Jesús", su hermano, que se identifica con los perseguidos) y lo invita a levantarse de su postración (la "caída" de Saulo manifiesta externamente el derrumbamiento que se ha producido en su interior) y a ponerse en contacto con la comunidad de Damasco (4-6, cf. 22,7s.10; 26,14-16a).

                   Los acompañantes oyen ruido de voces, pero no perciben diálogo alguno ni distinguen a nadie (7, cf. 22,9; 26,13). Saulo, por su parte, ha quedado "cegado" por la revelación que le ha hecho el Señor (8a, cf. 22,11a), de cuyo contenido sólo se enterará el lector cuando Pablo tome conciencia plena de su misión (comp. 26,16-18; 22,17-21 con el enunciado escueto del v.6); al resistirle a aceptarla, la luz celeste lo ha dejado ciego; no así a sus acompañantes, quienes, según la versión dada más tarde por Pablo mismo, vieron la luz (cf. 22,9) lo mismo que él (26,13) y lo han de llevar de la mano hasta Damasco (8b, cf. 22,11b). Los "tres días" sin comer ni beber simbolizan el estado de muerte en que se encuentra (9).

                   Segundo cuadro: Da comienzo con la presentación de un personaje que representa a los discípulos helenistas de la diáspora (10a). Ananías tiene una visión del Señor, invitándolo a ponerse en contacto con Saulo, pues lo está aguardando (10b-12). El breve forcejeo con el Señor sirve para subrayar el fanatismo a ultranza del perseguidor (13s) y la calidad del futuro apóstol (15s).

                  La misión de Ananías es doble: vencer la resistencia de Saulo a aceptar a Jesús como el Mesías fracasado ante los judíos y que ha inaugurado el reinado universal de Dios ("para que recobres la vista") y bautizarlo con Espíritu Santo ("para que te llenes de Espíritu Santo") (17).

                 Saulo recobra la vista y es bautizado con agua (18; cf.22, 13-16). No se dice que haya recibido la fuerza del Espíritu, pero sí que va recobrando fuerzas (19a). La clave para entender este principio de conversión de Saulo (la conversión plena y definitiva tendrá lugar, como se verá, al final de Hch) reside en el tema "no ver/recobrar la vista", tema que ha aflorado ya en Lc 7,22; 18,31-34 y que reaparecerá en Hch 13,11, donde se podrá apreciar una serie de referencias a la presente escena.

                 Tercer cuadro: En Damasco, Saulo se dedica a predicar a los judíos que Jesús es el Hijo de Dios (20), el Mesías (22). Extrañeza de los oyentes (21). Saulo sigue fortaleciéndose (22). Primera conjura de los judíos contra él (23, cf. v.29 y 23,12-15). Saulo tiene conocimiento de ello (24, cf. 23,16). Los discípulos burlan la vigilancia y lo hacen salir de noche (25).


                Desconfianza de la iglesia aramea que sigue instalada en "Jerusalén" (sentido sacral) (26). Bernabé se encarga de presentarlo a los apóstoles (27). Goza de libertad de movimientos en el seno de la iglesia de "Jerusalén" (28). Entra en polémica con los judíos helenistas, y éstos deciden eliminarlo (29). La persecución implacable de los judíos lo obliga a retirarse a Tarso (30).

viernes, 18 de febrero de 2011

FELIPE. Personalismo del evangelista Felipe: Simón Mago. Hch 8,4-40.

4 Entre tanto, los dispersos iban anunciando el mensaje durante su recorrido.
5 Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les proclamó el Mesías.
6 Las multitudes hacían caso unánime de lo que decía Felipe, porque oían hablar de las señales que realizaba y las estaban viendo:
7 de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban;
8 se produjo gran alegría en aquella ciudad.
                    9 Sin embargo, ya de antes estaba en la ciudad cierto individuo de nombre Simón, que practicaba la magia y pasmaba a la nación samaritana, haciéndose pasar por un ser extraordinario.
10 Todos, pequeños o grandes, le hacían caso, pues decían:
                    - Éste es la Fuerza de Dios, esa que llaman la Grande.
                   11 Le hacían caso porque por largo tiempo los había tenido pasmados con sus magias;
12 pero cuando dieron fe a Felipe que anunciaba la buena noticia del reinado de Dios y la persona de Jesús Mesías, tanto hombres como mujeres se fueron bautizando.
13 También Simón mismo creyó y una vez bautizado, no se apartaba de Felipe; y, presenciando las señales y grandes milagros que sucedían, se quedaba pasmado.

           PEDRO Y JUAN QUITAN EL OBSTÁCULO DE LA COMUNIDAD.

                    14 Al enterarse los apóstoles que residían en Jerusalén de que toda Samaría había aceptado en firme el mensaje de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan.
15 Éstos bajaron allí y oraron por ellos para que recibieran Espíritu Santo,
16 porque no había bajado aún sobre ninguno de ellos: solamente habían quedado bautizados vinculándose al Señor Jesús.
17 Entonces les fueron imponiendo las manos, y recibían Espíritu Santo.
                     18 Al ver Simón que, al imponer las manos los apóstoles, se daba el Espíritu, les ofreció dinero,
19 diciendo:
                     - Dadme a mí también ese poder, que a quien yo le imponga las manos reciba Espíritu Santo.
                     20 Pedro le replicó:
                     - ¡Perece tú con tu dinero, por haber pensado que con dinero se compra el don de Dios!
21 No es cosa tuya ni se ha hecho para ti el mensaje éste, pues por dentro no andas a derechas con Dios.
22 Por eso, arrepiéntete de esa maldad tuya y ruega al Señor, a ver si se te perdona esa idea que te ha venido;
23 porque te veo destinado a la hiel amarga y a las cadenas de los inicuos.
                      24 Respondió Simón:
                      - Rogad vosotros al Señor por mí, para que no me venga encima nada de lo que habéis dicho.

            FELIPE EVANGELIZA AL ETÍOPE EUNUCO.

25 Después de dar testimonio exponiendo el mensaje del Señor, Pedro y Juan, de regreso a la ciudad de Jerusalén iban anunciando la buena noticia en muchas aldeas samaritanas.
26 Entonces el ángel del Señor habló así a Felipe:
                     - Levántate y vete hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza que se encuentra desierto.
                    27 Él se levantó y se puso en camino. En esto apareció un etíope eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía, superintendente del tesoro, que había ido en peregrinación a Jerusalén
28 e iba de regreso, sentado en su carroza, leyendo el profeta Isaías.
                    29 Dijo entonces el Espíritu a Felipe:
                    - Acércate y pégate a esa carroza.
                    30 Felipe se acercó corriendo, lo oyó leer el profeta Isaías y le preguntó:
                    - ¿Entiendes de veras lo que estás leyendo?
                    31 Contestó:
                    - Y ¿cómo podré entenderlo, a menos que alguien me guíe?
                    E invitó a Felipe a subir y sentarse con él.
                    32 El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste:
                    Como oveja llevada al matadero
                    y como cordero mudo ante el esquilador
                    no abre su boca.
                    33 Lo humillaron, negándole todo derecho
                    -su descendencia, ¿quién podrá enumerarla?-,
                    porque arrancan su vida de la tierra (Is 53,7s).
                    34 El eunuco le preguntó a Felipe:
                    - Por favor, ¿de quién dice esto el Profeta? ¿De sí mismo o de algún otro?
                    35 Felipe tomó la palabra y, a partir de aquel pasaje, le anunció la buena noticia de Jesús.
36 Mientras iban de camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco:
                    - Mira, ahí hay agua, ¿qué impide que yo me bautice?
                     38 Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, tanto Felipe como el eunuco, y lo bautizó.
39 Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco ya no volvió a verlo, y siguió su camino, lleno de alegría.
                     40 Felipe fue a parar a Azoto e iba dando la buena noticia por todos los pueblos que atravesaba, hasta llegar a Cesarea.

EXPLICACIÓN.

                  Gestación de una nueva iglesia (8,4-11,18). El relato de la dispersión de la comunidad helenista abre (8,4) y cierra (11,19), como un gran paréntesis, el desarrollo central construido en forma de tríptico (8,4-40; 9,1-30; 9,31-11,18), en cuyo interior se narra la "conversión" de tres personajes. Una vez consumada ésta, quedará allanado el camino para la misión entre los paganos (tercer punto del encargo de Jesús).

                4-40.   En la primera hoja del tríptico se comprueba el cambio profundo que se efectúa en el evangelista Felipe, representante ahora del grupo de los Siete. La secuencia consta a su vez de tres cuadros. En el primer cuadro se ejemplifica una situación general (4) con un caso particular; Felipe predica el Mesías, sin más, entre los samaritanos (5).

               Los resultados palpables de su misión liberadora (6-8) se ven ensombrecidos por resultados similares logrados con anterioridad por un personaje representativo, Simón, que practicaba la magia y pasmaba la región samaritana, presentándose como un ser extraordinario (9s, cf. 5,36). El éxito del mago es tan abrumador como el de Felipe, pero su acreditación es muy diversa (11; cf. v.6).

             Felipe logra atraer hacia sí a todos los samaritanos, quienes expresan mediante el bautismo la adhesión a su persona y al mensaje que les ha anunciado, muy acorde con su expectación mesiánica (12; cf. v.5). La manifiesta superioridad de Felipe sobre Simón queda reflejada en la adhesión incondicional y en el bautismo del propio Simón (13). El personalismo de Felipe es la clave del éxito que lo acompaña.

             Segundo cuadro: La noticia de la conversión de Samaría; región tradicionalmente odiada por los judíos, llega a oídos de los apóstoles instalados en Jerusalén (la rec. occ. lee, con razón, Ierousalêm, en sentido sacral), quienes deciden enviar a los dos máximos representantes de la comunidad (14).

             Pedro y Juan se dan cuenta de que el bautismo masivo administrado por Felipe no ha desembocado en el don del Espíritu y se disponen a enderezar la situación; la imposición de manos hace que cada uno personalice la adhesión a Jesús e implora la bendición de Dios para que reciban el Espíritu Santo (15-17).

              Simón interpreta la imposición de manos como un gesto mágico que confiere poder y quiere comprar con dinero la facultad de hacer lo mismo (18s). Su bautismo no ha significado el cambio total de valores que exige el mensaje. Indirectamente la crítica afecta al modo de evangelizar de Felipe.

             Pedro desenmascara su intento y advierte a Simón del grave peligro a que se expone (20s). Lo invita a cambiar de manera de pensar y a pedir perdón, no sea que se exponga al castigo reservado a los impíos (22s, cf. Dt 29,17 LXX; Is 58,6). Las amenazas de Pedro conducen a una súplica esperanzadora de Simón (24). La rec. occ. añade: "y no cesaba de llorar a lágrima viva" (cf. Lc 22,62). La súplica de Simón acompañada de muestras incesantes de arrepentimiento, obtendrá el perdón de su pecado.

             Tercer cuadro. Pedro y Juan, aleccionados por lo ocurrido, de regreso a la "ciudad de Jerusalén" (ahora ya en sentido neutro, gr. Hierosoluma), dejan de lado su particularismo judío completando la evangelización de Samaría (25).

             Como en el primer cuadro, después de una visión general, se presenta el caso particular de Felipe. Ahora es el "ángel del Señor", en misión liberadora (cf. 5,19), quien toma la iniciativa. Le propone un camino diametralmente opuesto al que ha seguido ("camino que baja, hacia el sur, desierto"); "bajar de Jerusalén" comporta alejamiento de la institución judía; "a Gaza", en arameo, "el Tesoro", marca la nueva dirección a tomar (26). Felipe obedece sin más (27a).

             Aparece ahora un nuevo personaje: un "etíope eunuco", en representación del paganismo estéril, ministro de la reina Candaces de Etiopía y superintendente del tesoro (lit. "que estaba encargado de todo el tesoro"), nueva alusión al tesoro que alberga el paganismo, se ha sentido atraído por el judaísmo (cf. Is 56,4-8 LXX), pero regresa de vacío de su peregrinación a los santos lugares ("Jerusalén") (27b-28a). Con la lectura del texto profético trata de llenar la insatisfacción que le ha producido el culto oficial (28b).

            Felipe está ya en disposición de seguir la dirección interior del Espíritu: éste lo invita a "pegarse a la carroza" en la que va sentado el eunuco para impartirle la nueva enseñanza (29). Felipe se apresta a seguir con prontitud estas indicaciones (30). El eunuco lee, pero no entiende, falto de un verdadero guía (31). El pasaje de Is 53,7s que lee el eunuco hace referencia al Siervo de Yahvé, el Mesías sufriente predicho por Jesús y que ha encarnado con su muerte en cruz (32s, cf. Lc 9,22.31.44; 17,25; 18,31-33; 24,7.25-27.44.46; Hch 3,18, etc.).

            La cita literal de Isaías contiene la clave para interpretar correctamente todo el episodio (34). Felipe toma a pie de este pasaje para comunicarle la buena noticia de Jesús; no le habla del Mesías, categoría ajena al mundo pagano (35). La instrucción de Felipe desemboca en el bautismo del eunuco (36).

           El v.37, atestiguado por algunos manuscritos, refleja simplemente la praxis bautismal de su tiempo. Tanto Felipe como el eunuco se sumergen en el agua, ruptura con su pasado (38), y ascienden interiormente renovados: Felipe se deja llevar sin resistencia por el Espíritu, el eunuco prosigue su camino con la alegría que le ha proporcionado el Espíritu Santo (39).

          Felipe seguirá evangelizando todos los pueblos que encuentre a su paso, la mayoría samaritanos, hasta establecerse en Cesarea, bastión del paganismo, donde fundará una comunidad floreciente (40, cf. 21,8).

          La escena está plagada de alusiones al episodio de Elías y Eliseo (4 Re 2,6-18 LXX). Una serie de paralelos la relaciona con la de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), pero el paralelismo no es lineal: el eunuco representa a los paganos simpatizantes con el judaísmo que, insatisfechos con el culto oficial, buscan en la Escritura el verdadero "camino" a seguir; Felipe es invitado a alejarse de la expectación mesiánica del judaísmo, para anunciar sin ningún género de impedimentos personales la buena noticia a los paganos.

                     Tras la huida precipitada de los helenistas, se produce una doble reacción: "unos hombres piadosos/devotos", en representación  de la humanidad (cf. 2,5), dan piadosa sepultura al ajusticiado intentando reparar de algún modo la injusticia cometida (2, cf. Lc 23,48.50s), mientras que Saulo se constituye en el perseguidor implacable de la iglesia helenista (3). El constante paralelismo entre el proceso de Jesús y el de Esteban (unos 25 paralelos) presenta a éste como el modelo de discípulo.