viernes, 11 de febrero de 2011

CONFIRMACIÓN DE LA IGLESIA DE JERUSALÉN. Hch 4,23-31.

                   23 En cuanto los soltaron, volvieron a los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los senadores.
24 Al oírlo, todos a una invocaron a Dios en voz alta:
                   - Dueño nuestro, tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen (Éx 20,11);
25 tú dijiste por boca de tu servidor, David, nuestro padre, inspirado por el Espíritu Santo:

                  ¿Por qué se amotinaron las naciones
                     y los pueblos planearon fracasos?
                  26 Se juntaron los reyes de la tierra
                     y los jefes se aliaron con un propósito común
                     contra el Señor y contra su Mesías (Sal 2,1s).

27 Realmente se aliaron en nuestra ciudad Herodes y Poncio Pilato con las naciones paganas  y pueblos de Israel contra tu santo Servidor Jesús, tu Ungido,
28 para realizar cuanto tu designio eficaz había decretado que sucediera.
29 Ahora, Señor, fíjate cómo nos amenazan, y concede a tus siervos exponer tu mensaje con toda valentía;
30 al mismo tiempo extiende tu mano para que se realicen curaciones, señales y prodigios, cuando invoquemos a tu santo Servidor Jesús.
                  31 Al terminar esta súplica retembló el lugar donde estaban reunidos, se llenaron todos ellos de Espíritu Santo y se pusieron a exponer con valentía el mensaje de Dios.

EXPLICACIÓN.

23-31. La súplica de la comunidad, tras la liberación de sus representantes  (23), se centra, en su parte expositiva, en la muerte de Jesús, cuya responsabilidad se atribuye a una confabulación de todos los jefes de la humanidad -tanto paganos (Pilato) como judíos (Herodes)- contra Dios y su Ungido, el Mesías (24-28). En la parte parenética piden a Dios valentía total de palabra y que confirme el mensaje con curaciones, señales y prodigios (29s).

                 "Retembló el lugar donde estaban reunidos": en Pentecostés el juicio escatológico anunciado por Juan (Lc 3,16) se materializó en una "ráfaga violenta de viento que llenó toda la casa" (sinónimo del templo) donde están reunidos son sacudidos como si se tratara de un terremoto. Ya no volverán a presentarse las consabidas expresiones que revelaban su apego incondicional al templo (cf. Lc 24,53; Hch 1,14.14; 2,42.46; 3,1.3.8) ni se mencionará en adelante el "propósito común" que hasta ahora albergaban (1,15; 2,1.44.47).

                  La efusión del Espíritu Santo sobre todos los miembros de la comunidad sin excepción da remate al proceso manifestativo de la iglesia de Jerusalén, con el consiguiente anuncio valiente del mensaje (31). Se verifica lo profetizado por Jesús (Lc 21,12-19.26).

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