jueves, 17 de febrero de 2011

TESTIMONIO DE ESTEBAN. Hch 7,1-53.

7                  1 El sumo sacerdote le preguntó:
                       - ¿Es verdad eso?
                       2 Contestó Esteban:
                       - Padres y hermanos míos, escuchad: El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abrahán en Mesopotamia, antes de que fuera a establecerse en Harrán,
3 y le dijo: "Sal de tu tierra y de tu parentela, y vete a la tierra que te mostraré" (Gn 12,1).
4 Salió entonces del país de los caldeos y se estableció en Harrán. Cuando murió su padre, Dios lo hizo trasladarse de allí a esta tierra en que vosotros habitáis ahora.
5 En ella, no le dio en propiedad ni siquiera un pie de terreno, pero prometió dársela en posesión a él y, más tarde, a su descendencia (Gn 17,8), aunque todavía no tenía hijos.
6 Dios le habló diciéndole que "su descendencia emigraría a un país extranjero, y que la esclavizarían y maltratarían por cuatrocientos años;
7 pero a la nación que va a esclavizarlos la juzgaré yo -dijo Dios- y entonces saldrán para darme culto en este lugar" (Gn 15,13; Éx 3,12).
8 Le dio como alianza la circuncisión; por eso, cuando tuvo a Isaac, lo circuncidó al octavo día, y lo mismo Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.
9 Los patriarcas, por envidia de José, lo vendieron a Egipto; pero Dios estaba con él
10 y lo sacó de todas sus aflicciones; además, le dio un saber que le ganó el favor del faraón, rey de Egipto, y éste lo nombró gobernador de Egipto y de toda la casa real.
                    11 Hubo escasez en todo Egipto y en Cannán y una gran angustia, y nuestros padres no encontraban víveres.
12 Al enterarse Jacob de que en Egipto había provisiones, envió a nuestros padres por primera vez;
13 la segunda vez José se dio a conocer a sus hermanos, y el Faraón se enteró de qué estirpe era José.
14 José mandó llamar a su padre Jacob y a toda su parentela, en total setenta y cinco personas.
15 Jacob bajó a Egipto y allí acabaron su vida él y nuestros padres;
16 los trasladaron a Siquén y los enterraron allí en el sepulcro que había comprado Abrahán con su dinero a los hijos de Hamor.
                   17 Cuando se acercaba el cumplimiento de la promesa que Dios había hecho a Abrahán, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto,
18 hasta que surgió otro rey que no había conocido a José (Éx 1,8).
19 Éste, usando malas artes con nuestra gente, se ensaño con nuestros padres haciéndoles abandonar a los recién nacidos para que no sobrevivieran.
20 En aquella situación nació Moisés, hombre grato a Dios. Se crio tres meses en la casa de su padre;
21 cuando lo abandonaron, lo adoptó la hija del Faraón y lo hizo criar como hijo suyo.
22 Así Moisés fue instruido en todo el saber de los egipcios, y fue elocuente y hombre de acción.
                  23 Cuando Moisés iba a cumplir cuarenta años, le vino la idea de visitar a sus hermanos los israelitas.
24 Al ver maltratado a uno, lo defendió y vengó al oprimido golpeando de muerte al egipcio.
25 Pensaba que sus hermanos comprenderían que Dios los iba a salvar por su medio, pero ellos no lo comprendieron.
26 Al día siguiente, apareció mientras unos se peleaban y trató de que hicieran las paces, diciéndoles: "Hombres, si sois hermanos, ¿por qué os maltratáis?"
27 Pero el que maltrataba a su prójimo lo rechazó diciendo: "¿Quién te ha nombrado jefe y juez nuestro?
28 ¿Quieres matarme a mí como mataste ayer al egipcio?" (Éx 2,13-15).
29 Al oír esto, Moisés huyó y emigró al país de Madián, donde tuvo dos hijos.
                  30 Cuarenta años más tarde, se le apareció en el desierto del monte Sinaí un ángel en la llama que abrasaba una zarza.
31 Moisés quedó sorprendido de aquella visión y, al acercarse para mirar, resonó la voz del Señor:
32 "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob" (Éx 3,6). Moisés se echó a temblar y no se atrevía a mirar.
33. Pero el Señor le dijo: "Quítate las sandalias de los pies, pues la tierra que pisas es sagrada.
34 He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he escuchado su gemido y he bajado a liberarlos. Ahora ven acá, que te voy a enviar a Egipto" (Éx 3,5.7-8.10).
35 A este mismo Moisés, de quien habían renegado diciendo: "¿Quién te ha nombrado jefe y juez nuestro?", (Éx 2,14), Dios lo envió como jefe y liberador por medio del ángel que se le había aparecio en la zarza.
36 Él fue quien lo sacó, realizando prodigios y señales en Egipto, en el Mar Rojo y en el desierto durante cuarenta años.
37 Fue este Moisés quien dijo a los israelitas: "Dios os suscitará entre vuestros hermanos un profeta como yo" (Dt 18,15).
38 Fue él quien, en la asamblea del desierto medió entre el ángel que le hablaba en el monte Sinaí y nuestros padres, y recibió palabras de vida para comunicárnoslas.
39 Pero nuestros padres no quisieron obedecerle; al contrario, lo rechazaron y desearon volver a Egipto;
40 y dijeron a Aarón: "Haznos dioses que abran la marcha, pues ese Moisés que nos sacó de Egipto no sabemos qué ha sido de él" (Éx 32,1).
                    41 Por aquellos mismos días fabricaron un becerro y ofrecieron sacrificios al ídolo, y festejaron la obra de sus manos.
42 Dios les volvió la espalda y los entregó al culto de los astros, como está escrito en el libro de los Profetas:

                     ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios
                      en los cuarenta años del desierto, casa de Israel?
                     43 No, transportasteis la tienda de Moloc
                     y el astro del dios Refán,
                     imágenes que os fabricasteis para adorarlas.
                     Pues yo os deportaré más allá de Babilonia. (Am 5,25-27 LXX)

                    44 Nuestros padres tenían en el desierto la Tienda del Encuentro, tal como el que hablaba con Moisés le había ordenado fabricarla, conforme al modelo que había visto.
45 Nuestros padres a su vez, guiados por Josué, la introdujeron en el territorio de los paganos, a los que Dios expulsó delante de nuestros padres, y se la fueron transmitiendo hasta el tiempo de David.
46 Éste alcanzó el favor de Dios y le pidió poder disponer de un lugar de reunión para la casa de Jacob;
47 Salomón, en cambio, le construyó una casa para él.
48 Pero el Altísimo no habita en edificios construidos por manos de hombres, como dice el Profeta:
                    49 El cielo es mi trono,
                    la tierra, el estrado de mis pies.
                    ¿Qué casa podéis construirme -dice el Señor-
                    o qué lugar para que descanse?
                    50 ¿Acaso no ha hecho mi mano todo esto? (Is 66,1s).

51 ¡Rebeldes, infieles de corazón y reacios de oído! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo: os portáis lo mismo que vuestros padres.
52 ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y a él vosotros ahora lo habéis traicionado y asesinado;
53 vosotros, que recibisteis la Ley por mediación de ángeles y no la habéis observado.

EXPLICACIÓN.

                   1-53. Siguiendo los consejos de Jesús (Lc 12,11s; 21,14s), Esteban no hace ninguna defensa o apología propia. En el largo discurso se distingue una parte preponderantemente narrativa de tono polémico (vv. 2b-50) y una invectiva final (vv. 51-53). Esteban hace un recorrido por la historia de Israel en línea histórico-salvífica.

                   El cuerpo del discurso (7,2b-50) consta de seis períodos. En el primer período (2c-10) se comprueba la realización de la promesa que Dios hizo a Abrahán (2c-5); seguidamente se amplía su alcance con un enunciado programático (6s, cf. Gn 15,13s; Éx 3,12), que se irá desgranando en los sucesivos períodos. Desde un principio la historia salvífica de Israel se desarrolla en dos líneas divergentes; una, positiva: Abrahán, Isaac, Jacob, José; y otra, negativa: los patriarcas, es decir, los otros hijos de Jacob, que dieron nombre a las tribus (8s). José es figura de Esteban: "envidia"/discusión encarnizada; ambos gozan del favor de Dios; han sido favorecidos con gracia y saber; han sido designados para un cargo de responsabilidad (9s).

                   En el segundo período (11-16) se contrasta la situación misérrima de Israel con la situación holgada de José: el "favor de Dios" se traduce en víveres contra todo pronóstico; los patriarcas están dejados de la mano de Dios (11s). La emigración de Jacob y de los patriarcas a Egipto realiza el primer punto de la promesa (14-16).

                   El tercer período (17-22) da comienzo con una cláusula temporal que se irá concretando en lo sucesivo. Se cumple el segundo punto de la promesa: esclavitud y opresión de Israel por un período muy prolongado (17-19). Se encuadra el nacimiento de Moisés y su educación en Egipto (20-22).

                  Cuarto período (23-29): Moisés venga a su pueblo "golpeando de muerte" al opresor (24). Se anticipa así, a los ojos de Esteban, el juicio de Dios sobre Egipto, tercer punto de la promesa. Pero Israel rechaza a su "jefe/juez" (25-28); Moisés tiene que exiliarse (29). Antes de que Dios liberara a Israel, éste ya había rechazado a su enviado.

                 El quinto período (30-40) se refiere al cuarto punto de la promesa: "Y después de esto saldrán". Dios encarga a Moisés, en el segundo tercio de su vida, la misión de liberar a su pueblo (30-34). Se trata de la teofanía del monte Horeb/Sinaí, según Éx 3,1-10. Del plano narrativo se pasa al temático: cuádruple encomio de Moisés (35-38) y denuncia de los padres de Israel por haber desobedecido y rechazado a su "jefe/liberador" y haber vuelto en sus adentros a Egipto (39s). La cita de Dt 18,15(37) se aplica a Jesús como el rechazado de Israel (en contraste con Hch 3,22-26). Esteban refuta así el segundo cargo de que le han acusado (vv. 13.14: Moisés/Ley, cf. v.11).

                En el sexto y último período (41-50) se constata la caída de Israel en la idolatría (41). También Dios se ha vuelto atrás de su propósito (42s). La cita de Amós 5,25-27 LXX corrobora que el culto judío estuvo ya viciado en su raíz por la idolatría. En la parte temática (44-50) se desarrolla el quinto punto de la promesa: Dios había dispuesto la construcción de una Tienda itinerante, para que "le dieran culto en aquel lugar" (Moisés-Josué-David), pero ellos han tributado culto a la tienda de Moloc y han construido un templo, "fabricado por mano de hombres" (Aarón-Salomón). La "tienda/lugar de reunión" debía tener carácter provisional, dejando la puerta abierta a la entrada de los paganos, pero ellos se han afincado en la tierra construyendo una "casa/lugar de culto" (44-47). La cita de Is 66,1s, que los judíos aplicaban a los templos paganos, corrobora que no hay lugares fijos para dar culto a Dios (48-50). La construcción del templo, arguye Esteban, no fue sino la culminación del comportamiento idolátrico de los padres de Israel en el desierto. Esteban responde, así, al primer cargo de la acusación (vv. 13,14); en "este lugar", la tierra, es donde Dios quiere ser adorado (v.7c), pero no en "este lugar", el templo.

                   Invectiva final (7,51-53). El paso de la tercera a la segunda persona plural y de "nuestros padres" a "vuestros padres" marca la nueva secuencia. Esteban se distancia definitivamente de los padres de Israel quienes continúan resistiéndose al Espíritu Santo (51). Al igual que sus antepasados persiguieron y dieron muerte a los profetas (cf. Lc 11,47s), ellos se han constituido en traidores y asesinos del Justo (52). La Ley promulgada por ángeles (a diferencia de la promesa hecha por Dios a Abrahán y de la misión conferida por Dios a Moisés), tampoco la han observado (53).


                   La ruptura total de Esteban con la tradición desviada de su pueblo de origen se debe al hecho de haberse opuesto éste, desde un principio, al designio de Dios. El asesinato de Jesús ha dado remate a esta línea idolátrica y desobediente.

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