martes, 8 de febrero de 2011

2. FINALIDAD Y TEOLOGÍA.

La determinación de la finalidad de la obra depende en gran parte del género literario que se le asigne. Según la mayoría de los autores, Lucas se propone defender a los cristianos de la acusación de hostilidad al Estado romano. Tal acusación la formulaban los judíos (17,5-7); Pablo la contradice (25,8). Los funcionarios romanos, por su parte, testifican repetidamente la inocencia de Pablo, quien actuaría en representación de los cristianos (16,39; 18,15-16; 19,37; 23,29; 25,25; 26,32), y no le impiden su actividad durante su detención en Roma (28,30-31). Esto demostraría que el libro no está destinado sólo a cristianos, sino también a ciertos paganos influyentes, entre ellos tal vez Teófilo (1,1), a los que se intentaría atraer al cristianismo.
Sin embargo, esta intención apologética difícilmente se compagina con el plan teológico de Lucas-Hechos. El libro está ante todo dirigido a las comunidades cristianas. Las grandes líneas de su edificio teológico podrían sintetizarse así:

a) En el primer libro, Lucas se propone presentar, a modo de paradigma, el mensaje de Jesús, con la intención de comprobar en el segundo libro su progresiva implantación en las diversas comunidades.

b) En contra de lo que suele decirse, Lc no propone como ejemplo la era apostólica ni, en concreto, la vida de la primitiva comunidad de Jerusalén (1,12-6,42). De hecho, la dinámica de la segunda mitad de la primera parte del libro (6,1-11,26) desemboca en el reconocimiento de la iglesia de Antioquía, fundada por los helenistas tras su éxodo forzado fuera de Jerusalén, como la primera comunidad reconocida desde el exterior como "cristiana" (6,26). La comunidad de Jerusalén, administrada por los apóstoles (4,35.37; 5,2), había logrado el reconocimiento oficial del Consejo judío gracias a los buenos oficios de Gamaliel (5,33-42). Al escindirse de ella el grupo helenista, debido a las graves irregularidades detectadas en la administración de los bienes comunitarios, en detrimento de los miembros más débiles y desamparados (6,1-6), y a consecuencia de la valiente denuncia de las instituciones judías formuladas por su portavoz, Esteban, se desató una violenta persecución de parte de las sinagogas de la diáspora que, significativamente, no afectó para nada a la comunidad apostólica (8,1b).

 c) La iglesia de Jerusalén pretende erigirse en la continuadora de la verdadera tradición de Israel, afirmando su calidad de nuevo Israel (cf. 1,15-26). Lo hace a pesar de que Jesús, considerando que la traición de Judas había hecho abortar definitivamente el Israel mesiánico, se había negado a restaurarlo y a acceder a  la petición de los apóstoles (1,6). En cambio, la iglesia de Antioquía se apresta, a invitación del Espíritu Santo (13,1-3), a iniciar la misión entre los paganos.

d) En efecto, del plan previsto por Jesús y cuya realización había confiado a los apóstoles (1,8): "Jerusalén" (en sentido sacral, como designación de la institución judía), "Judea" (en representación del Israel ortodoxo), "Samaría" (en representación de los marginados de Israel), "hasta los confines de la tierra" (alcance universal del encargo), éstos sólo han realizado los dos primeros puntos (3,1-4,31); los helenistas han evangelizado Samaría (8,5-13) y los apóstoles, representados por Pedro y Juan, han subsanado las deficiencias y han completado aquella misión (8,14-25); la misión entre los paganos está todavía por hacer.

e) Con todo, en el intervalo que media entre el éxodo de los helenistas fuera de la institución judía de Jerusalén (8,1) y su llegada a Antioquía (11,19s), Lucas ha creado un amplio paréntesis, en cuyo interior narra en forma de tríptico la "conversión" de tres personajes representativos de otros tantos estamentos: Felipe, como portavoz de los helenistas, tras la muerte de Esteban (8,4-40); Saulo, en representación del fariseísmo más fanático (9,1-30); Pedro, como portavoz del grupo de habla aramea (9,31-11,18). Esa triple "conversión" allanará el camino para la fundación de la primera iglesia "cristiana" en Antioquía. Mientras Felipe será el fundador de la primera comunidad de origen mayoritariamente pagano, a pesar de radicar en territorio judío, en Cesarea, la ciudad del César (8,40, cf. 21,8-9), Pedro será el primero quien, tras el triple aviso del Señor Jesús (10,13-16; 11,7-10) y a instancias del Espíritu Santo (10,19-20; 11,12), entrará por primera vez en casa de un impuro y, ante el hecho consumado de la donación del Espíritu a los paganos, desistirá definitivamente de poner impedimentos a su entrada en la comunidad (10,44-47; 11,15-17; cf. 15,7-9), integrándolos en ella mediante el bautismo (10,47-48).

f) La misión de los paganos ha sido confiada por el Espíritu a Bernabé, en su calidad de profeta, y a Saulo, en su calidad de maestro (13,1-2, cf. 4,36 y 14,12). Se trata de una misión esencialmente comunitaria. La primera etapa de la misión alcanzará sus objetivos, a pesar de la querencia de Pablo con sus connacionales judíos, quienes desde un principio entorpecerán la misión (13,4-14,28).

g) En la asamblea de Jerusalén, convocada a requerimiento de los creyentes venidos del fariseísmo, se exime definitivamente de la circuncisión a los creyentes venidos del paganismo, gracias a la valiente intervención de Pedro; Santiago, sin embargo, logra imponerles un estatuto jurídico que los asimila a los paganos que deseaban convivir con los judíos (15,1-35).

h) La muy diversa concepción de la misión, supeditada o no al judaísmo, provoca la ruptura de Pablo con Bernabé (15,36-39a). Bernabé recomienza la misión, acompañado de Marcos, el garante del mensaje del evangelio (15,39b, cf. 13,5), al tiempo que Pablo elige a Silas y se dispone a hacer efectivas las disposiciones del decreto conciliar (15,40-41), ampliando su implantación a las comunidades fundadas a lo largo de la segunda fase de la misión en Macedonia y Grecia (16,1-18,23).

i) La tercera fase de la misión se desarrolla en la provincia de Asia y da origen a la fundación de la iglesia de Éfeso sobre una base judaizante (18,24-19,20).

j) La misión sufre en este punto una notable dilación, debido a la decisión tomada unilateralmente por Pablo de dirigirse a Jerusalén, en vez de ir directamente a Roma. Las repetidas advertencias del Espíritu instándolo a no subir a Jerusalén no logran disuadirlo de tamaña empresa (19,21-21,26).

k) La dirección equivocada tomada por Pablo le acarrea un largo y ambiguo proceso en Jerusalén y en Cesarea, viéndose obligado a la postre a apelar al César, símbolo del paganismo, para librarse de sus enemigos, que se habían empecinado en darle muerte (21,27-26,32). Lucas establece un neto paralelismo de contraste entre el proceso de Jesús y el de Pablo.

l) En las postrimerías de la cuarta fase de la misión Lucas narra de forma simbólica el "calvario" de Pablo, la noche de "pascua" y su definitiva "liberación". A su llegada a Roma, Pablo intenta por enésima vez convencer a sus connacionales judíos de que Jesús era el Mesías destinado a Israel. Ante su profundo desacuerdo, da la razón al Espíritu Santo sobre la obstinación de su pueblo y se dedica en exclusiva a los paganos. A partir de ese momento, concluye Lucas, proclama el mensaje de Jesús "con toda su valentía, sin impedimentos" (27,1-28,31).

La dinámica de la doble obra lucana, cifrada en el paradigma propuesto y encarnado por Jesús (primer libro) y en su realización por comunidades, representadas por individuos concretos (segundo libro), explica una de las características más sobresalientes de Hechos -y que tantos quebraderos de cabeza ha deparado a los críticos-: cuando un determinado personaje ha realizado personalmente el éxodo iniciado por Jesús fuera de la institución judía, Lucas deja de ocuparse de él.

Si nos atenemos a los tres personajes del tríptico central -Felipe, Saulo y Pedro-, nos daremos cuenta de que el primero que desaparece de escena, a partir del momento en que se apresta a seguir dócilmente las directrices del Espíritu (cf. 8,39-40), es el evangelista Felipe, representante de los Siete, quien se instala en Cesarea (cf. 21,8). El segundo será Pedro, portavoz de los Doce; éste realiza su éxodo personal la noche de "pascua", cuando, tras su liberación personal de toda la expectación del pueblo judío (cf. 12,1-11), llama a la puerta de la comunidad de Juan "Marcos", el evangelista, y, sin detenerse a visitar a la comunidad oficial presidida por Santiago, "sale y se marcha a otro lugar" (12,12-17). La "conversión" de Pablo, iniciada en el camino de Damasco, es la más laboriosa; la triple narración de su experiencia inicial (9,1-30; 22,3-21; 26,9-18) va revelando cada vez nuevos detalles sobre la misión que le había sido encomendada, a medida que él mismo vaya tomando conciencia refleja de que el Señor lo había enviado exclusivamente a los paganos (cf. 22,21; 26,17-18); el último acto de su drama interior tiene como escenario Roma.

Paralelamente a ese triple proceso de "conversión", Lucas deja constancia del testimonio cabal sellado con la muerte de otros dos personajes: uno perteneciente al grupo helenista. Esteban (7,55-60), y otro, al grupo hebreo, Santiago, el hermano de Juan (12,2).

Buena parte del armazón teológico de Hechos lo constituyen los personajes representativos, siguiendo las pautas empleadas en el Evangelio. Estos personajes, presentados siempre mediante la correspondiente fórmula, pueden ser anónimos o nominativos y tienen como finalidad desempeñar las funciones de un determinado grupo o estamento; en Hechos, por lo general, llevan nombres propios, señal de realismo histórico (8,9; 9,10; 10,1-2; 16,1.14; 18,24; 19,24; 20,9; 21,10.16; 28,7); los personajes anónimos adquieren una representatividad más vasta, pero no presuponen que tal episodio o escena haya ocurrido realmente (3,2; 8,27; 14,8; 16,16). Cuando aparecen formando parejas o ternas, sirven para describir los diversos elementos que componen una situación, real (4,36-5,1; 9,33.36.43; 13,6.7; 18,2) o figurada (19,13.14). Los trazos que acompañan a la presentación de un personaje -introducido por lo general mediante un adjetivo indefinido o un partitivo-, sirven para definir el alcance de su representatividad.

Todos los nombres y, en especial, los sobrenombres son significativos. Los nombres dobles, tales como Jerusalén/Jerosólima (según se quiera subrayar el uso sacral u otro neutro), Nazareno/Nazoreo (según se haga hincapié en las connotaciones nacionalistas de Nazaret o en la ascendencia davídica), Simeón/Simón (forma hebrea o grecizada), Saúl/Saulo (lo mismo) o los cambios de nombre, tales como Saulo/Pablo, SImón/Pedro, adquieren gran relieve en la doble obra lucana y son intencionados: son toques de atención para avisar al lector de las inflexiones que se han pretendido dar a tal o cual frase o pasaje.

En este sentido, las listas de personajes merecen una mención especial. Tanto los nombres como el número de los personajes son elementos descriptivos. Siguiendo la pauta marcada en el Evangelio -lista de los Doce, llamados "apóstoles" (Lc 6,13-16); lista del grupo de mujeres, representado por la cifra "tres", en contraste con los "doce" (8,1-3); grupo anónimo de los Setenta (10,1.17)-, comparecen en Hechos; el grupo de los Once (Hch 1,13), restaurado a continuación mediante la cooptación de Matías, en representación de Israel; el grupo de los Siete helenistas (6,5), abiertos por la lengua y por el simbolismo del número "siete" a todas las naciones; el grupo responsable de la comunidad de Antioquía en número de "cinco", número del Espíritu (13,1); el grupo de los "siete" acompañantes de Pablo (20,4), etc. Todos los elementos -modos de coordinación, lugar ocupado en la lista (en especial, el primero y el último), filiación, procedencia geográfica, sobrenombres y demás detalles -son significativos.


Los procedimientos literarios empleados por Lucas son inagotables. En la presente introducción nos hemos ceñido a los más reseñables y sobresalientes. Las grandes y pequeñas estructuras (concéntricas, paralelas, simétricas, etc.), los dípticos y trípticos, el frecuente uso del quiasmo (inversión en forma cruzada), los paralelos (de sinonimia o de contraste) entre uno y otro libro o entre escenas o episodios análogos, son otros tantos recursos literarios que conforman la otra teológica de Lucas.

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