martes, 22 de febrero de 2011

PEDRO. PREOCUPACIÓN DE PEDRO POR LAS COMUNIDADES: ENEAS, TABITA Y SIMÓN. Hch 9,31-11,18.

   31 Entre tanto, las comunidades gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaría, pues se iban construyendo, progresaban en la fidelidad al Señor y crecían, alentadas por el Espíritu Santo.
                    32 Sucedió que Pedro, que iba recorriéndolo todo, bajó también a ver a los consagrados que residían en Lida.
33 Encontró allí a cierto individuo de nombre Eneas, que estaba paralizado y llevaba ocho años postrado en un catre.
34 Pedro le dijo:
                   - Eneas, Jesús Mesías te da la salud; levántate y ponte a la mesa.
                   Al instante se levantó.
35 Lo vieron todos los que residían en Lida y en la llanura de Sarón y se convirtieron al Señor.
                  36 En Jafa había cierta discípula de nombre Tabita, que traducido significa Gacela, colmada de obras buenas y, en particular, de las limosnas que hacía.
37 Sucedió que, por aquellos mismos días, cayó enferma y murió; la lavaron y la pusieron en la sala de arriba.
38 Como Lida está cerca de Jafa, al enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron a dos hombres que le suplicaron:
               - No tardes en venir hasta nosotros.
               39 Pedro se fue con ellos al momento. Cuando llegó, lo llevaron a la sala de arriba y se le presentaron todas las viudas, mostrándole con lágrimas en los ojos los vestidos y mantos que hacía Gacela cuando estaba con ellas.
40 Pedro mandó salir fuera a todos, y, de rodillas, se puso a orar. Se volvió hacia el cuerpo y dijo:
              - Tabita, levántate.
              Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó.
41 Él le dio la mano, la levantó y, llamando a los consagrados y a las viudas, se la presentó viva.
42 El hecho fue notorio en toda Jafa, y muchos creyeron en el Señor.
             43 Pedro se quedó en Jafa bastantes días, en casa de cierto Simón, que era curtidor.

   CRISIS DE PEDRO: EL CENTURIÓN CORNELIO.

10    1 Había en Cesarea cierto individuo de nombre Cornelio, centurión de la cohorte Itálica.
2 Era devoto y adicto a la religión judía, como toda su familia; daba muchas limosnas al pueblo y era constante en los rezos.
3 A eso de la media tarde tuvo una visión: vio claramente al ángel de Dios que entraba en su cuarto y lo llamaba:
           - ¡Cornelio!
           4 Él se le quedó mirando y le preguntó asustado:
           - ¿Qué quieres, Señor?
           Le dijo:
           - Tus oraciones y tus limosnas han llegado hasta Dios y las tiene presentes.
5 Envía ahora hombres a Jafa y manda buscar a cierto Simón, el llamado Pedro;
6 se aloja en casa de otro Simón, curtidor, cuya casa está junto al mar.
           7 Cuando se marchó el ángel que le había hablado, llamó a dos criados y a un soldado devoto, que era ordenanza suyo;
8 les refirió todo y los mandó a Jafa.
          9 Al día siguiente, mientras ellos iban de camino, cerca ya de la ciudad, hacia el mediodía subió Pedro a la azotea para orar,
10 pero sintió hambre y quiso tomar algo. Mientras se lo preparaban, tuvo un arrebato;
11 contempló el cielo abierto y una cosa que bajaba, como un toldo enorme, que por los cuatro picos se posaba sobre la tierra.
12 Contenía todo género de cuadrúpedos y reptiles de la tierra y de pájaros del cielo.
13 Y una voz le habló:
           - Levántate, Pedro, sacrifica y come.
           14 Replicó Pedro:
           - Ni pensarlo, Señor; nunca he comido nada profano e impuro.
           15 De nuevo, por segunda vez, le habló una voz:
           - Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú profano.
           16 Esto se repitió tres veces, y en seguida se llevaron aquella cosa al cielo.
           17 Pedro no acertaba a explicarse el sentido de aquella visión. Entre tanto los emisarios de Cornelio, que habían andado buscando la casa de Simón, se presentaron en el portal.
18 y, dando una voz, preguntaron si se alojaba allí Simón, el llamado Pedro.
           19 Mientras Pedro reflexionaba sobre la visión, le dijo el Espíritu:
           - Mira, hay tres hombres que te buscan.
20 Levántate, baja y vete con ellos sin poner reparos, que los he enviado yo.
          21 Pedro bajó adonde estaban y les dijo:
          - Aquí estoy, yo soy el que buscáis. ¿Qué os trae por aquí?
          22 Contestaron ellos:
         - Cornelio, el centurión, hombre recto y adicto al judaísmo, recomendado por la entera nación judía, ha recibido aviso de un ángel santo encargándole que te mande llamar, para que vayas a su casa y escuchar lo que le digas.
          23 Pedro los invitó a entrar y les dio alojamiento.
          Al día siguiente, salió con ellos sin tardar, acompañado de algunos hermanos de Jafa.
24 Al otro día llegaron a Cesarea. Cornelio los estaba aguardando, y había reunido a sus parientes y amigos íntimos.
25 Cuando Pedro iba a entrar, Cornelio le salió al encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje;
26 pero Pedro lo alzó diciendo:
         - Levántate, que también yo soy un simple hombre.
          27 Entró en la casa conversando con él, encontró a muchas personas reunidas
28 y les dijo:
        - Vosotros sabéis cómo le está prohibido a un judío tener trato con extranjeros o entrar en su casa; pero a mí me ha enseñado Dios a no llamar profano o impuro a ningún hombre.
29 Por eso, cuando me habéis mandado llamar, no he tenido inconveniente en venir. Ahora quisiera saber el motivo de la llamada.
         30 Contestó Cornelio:
         - Hace cuatro días estaba yo orando en mi casa a esta misma hora, a media tarde, cuando se me presentó un hombre con ropaje espléndido,
31 que me dijo: "Cornelio, Dios ha escuchado tu oración y tiene presentes tus limosnas.
32 Manda  alguien a Jafa e invita a venir a Simón, el llamado Pedro, que se aloja en casa de Simón el curtidor, junto al mar".
33 Te mandé recado en seguida y tú has tenido la amabilidad de venir. Ahora, aquí nos tienes a todos delante de Dios, para escuchar todo lo que el Señor te haya encargado decirnos.
          34 Pedro tomó la palabra y dijo:
          - Realmente, voy comprendiendo que Dios ni discrimina a nadie,
35 sino que acepta al que lo respeta y obra rectamente, sea de la nación que sea.
36 Él envió su mensaje a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesús el Mesías, que es Señor de todos.
37 Vosotros conocéis muy bien el hecho acaecido en todo el país judío, empezando por Galilea después de que Juan predicó el bautismo,
38 el hecho de Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando todos los sojuzgados por el diablo, porque Dios estaba con él.
39 Nosotros somos testigos de todo lo que hizo tanto en el país judío como en Jerusalén. Lo mataron, colgándolo de un madero.
40 A éste, Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se dejara ver,
41 no de todo el pueblo, sino de los testigos que Dios había designado de antemano, de nosotros, que hemos comido y bebido con él después que resucitó de la muerte.
42 Él nos mandó predicar al pueblo dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos.
43 Sobre esto el testimonio de los Profetas es unánime; todo el que le da su adhesión obtiene el perdón de los pecados.
              44 Todavía estaba hablando Pedro, cuando bajó impetuosamente el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban el mensaje.
45 Los creyentes circuncisos que habían ido con Pedro se quedaron desconcertados de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los paganos,
46 pues los oían hablar en otras lenguas proclamando la grandeza de Dios. Entonces intervino Pedro:
            47 - ¿Se puede acaso negar el agua del bautismo a éstos, que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?
            48 Y dispuso que se bautizaran invocando a Jesús Mesías. Entonces le rogaron que se quedara unos días allí.

        PEDRO ANTE LA IGLESIA DE JERUSALÉN.

11          1 Los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los paganos habían aceptado el mensaje de Dios.
2 Cuando Pedro subió a la ciudad de Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le reprochaban:
                  3 - Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.
                  4 Entonces Pedro, empezando por el principio, les expuso los hechos por su orden:
                  5 - Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando en un arrebato tuve una visión: una cosa que bajaba, como un toldo enorme, que por los cuatro picos era arriado del cielo hasta donde yo estaba.
6 Miré, me fijé y vi los cuadrúpedos que hay en la tierra, las fieras y los reptiles y los pájaros del cielo.
7 Luego oí una voz que me decía: "Levántate, Pedro, sacrifica y come".
8 Yo repliqué: "Ni pensarlo, Señor; nunca ha entrado en mi boca nada profano o impuro".
9 Por segunda vez hablo una voz del cielo: "Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú profano".
10 Esto se repitió tres veces, luego tiraron de todo aquello y lo subieron otra vez al cielo.
11 En aquel preciso momento se presentaron en la casa donde estábamos tres enviados desde Cesarea con un recado para mí.
12 El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin poner reparos. Me acompañaron también estos seis hermanos y entramos en la casa de aquel hombre.
13 Él nos contó cómo había visto al ángel que se presentó en su casa diciéndole: "Envía alguien a Jafa y manda a buscar a Simón el llamado Pedro.
14 Lo que te diga él te traerá la salvación a ti ya tu familia".
15 En cuanto empecé a hablar, bajó impetuosamente el Espíritu Santo sobre ellos, igual que sobre nosotros al principio,
16 y me acordé de aquel dicho del Señor "Juan bautizó con agua; vosotros, en cambio, seréis bautizados con Espíritu".
17 Pues si Dios quiso darles a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesús Mesías, ¿cómo podía yo impedírselo a Dios?
               18 Con esto se calmaron y alabaron a Dios diciendo:
               - ¡Así que también a los paganos les ha concedido Dios el arrepentimiento que lleva a la vida!

EXPLICACIÓN.

9,31-11,18. La tercera hoja del tríptico narra con todo detalle el cambio profundo que se opera en Simón Pedro, portavoz del grupo apostólico. Contiene igualmente tres cuadros. Al igual que en la secuencia de Felipe, el primer cuadro da comienzo con una descripción generalizada de la paz alcanzada por la iglesia palestinense gracias a la conversión de Saulo (31); a continuación se singulariza con un caso concreto: Pedro visita todas las comunidades fundadas para comprobar el estado en que se encuentran (32a). Mediante tres ejemplos Lc puntualiza cuál es la situación real de las comunidades creyentes. (El mismo procedimiento ha sido empleado en el centro del segundo sumario, Hch 4,36-5,16).

                  En la primera escena se describe en lenguaje figurado la situación halagüeña de la comunidad creyente de Lida (32b): Eneas, personaje representativo ("cierto individuo"), yace paralítico en un catre desde hace ocho años: su estado de postración data de los inicios de la nueva comunidad (33). Pedro lo invita a levantarse de su postración y a participar de la vida de la comunidad (34: la expresión griega es ambigua: ·Hazte la cama/reclínate a la mesa"). El desbloqueo de la comunidad produce sus frutos (35). Hay una serie de rasgos comunes y de contraste entre esta escena y la del paralítico del Ev. (Lc 5,17-26).

                La segunda escena tiene como protagonista un personaje femenino, también representativo ("cierta discípula"), Tabita, que traducido significa Gacela, exponente de la vitalidad y agilidad que otrora tenía aquella comunidad (36). Las obras de beneficencia propias de la religiosidad judía no han bastado para evitar su muerte; la sala de reuniones de la comunidad se ha convertido en un velatorio (37). Una delegación de la comunidad suplica insistentemente a Pedro que intervenga en sus asuntos internos (38). Situación desesperada de las "viudas", símbolo del desamparo total (39).

                Pedro, al modo de Jesús (cf. Mc 5,41), intenta enderezar la situación (40). Al final lo consigue y restablece el cuerpo comunitario (41). Nuevas adhesiones (42). La escena de la resurrección de Tabita recuerda de cerca la resurrección de la hija de Jairo (Lc 8,40-42.49-56). Otra serie de marcas la pone en relación con el doble paradigma de Elías y el hijo de la viuda de Sarepta (3 Re 17,17-24 LXX, cf. Lc 4,26) y de Eliseo y el hijo de la sunamita (4 Re 4,8-37 LXX).

              La tercera escena es muy breve. En contraste con las dos situaciones anteriores, la tercera es muy escueta. Igual ocurrió en la descripción central del segundo sumario: el caso de Bernabé comparado con los de Ananías y Safira. "Cierto Simón" (43) es un nuevo personaje representativo; su condición de "curtidor" de pieles, oficio considerado impuro por un judío, por el contacto que conlleva con animales muertos, sugiere la existencia de una comunidad marginada en Jafa.

             Pedro, en lugar de quedarse en casa de Tabita, prefiere contaminarse hospedándose en una comunidad que no tiene necesidad de su actividad  carismática y que no es bien vista por los creyentes ortodoxos por su actitud libre respecto a la Ley, pero donde no hay enfermedad alguna. Es el primer paso para su posterior "conversión" en casa del pagano Cornelio.

             Segundo cuadro: La primera escena se desarrolla en Cesarea, ciudad del César. Presenta a un personaje real, Cornelio, representativo ("cierto individuo") del paganismo ("centurión") (1), adepto a la religión judía (2). La visión, clara y manifiesta, tiene lugar a la hora "nona" (3), la misma hora ("a eso de", lit. "como") en que Jesús moría en la cruz (Lc 23,44) abriendo la salvación a la humanidad personificada en el centurión (Lc 23,47). La oren del ángel relaciona mediante el nombre a Simón "Pedro" con Simón "curtidor"; de éste se precisa ahora que tiene su casa "junto al mar", a punto de emprender el éxodo que ha de llevar la comunidad al mundo pagano (5s). No se explicita el encargo del ángel.

           La segunda escena tiene lugar en Jafa, en casa de Simón el curtidor. Pedro se apresta a cumplir con sus obligaciones religiosas hacia la hora "sexta" (9), hora en que la tiniebla cubrió la tierra poco antes de la muerte de Jesús (Lc 23,44). Envuelto en tinieblas, "sintió hambre" (10), expresión de insatisfacción interior por la situación de las comunidades.

          Un arrebato lo deja en estado semiconsciente (cf., en cambio, v.3); durante el trance tiene una visión (cf. 11,5; 10,17.19), una revelación ("cielo abierto"): contempla el toldo del firmamento cubriendo indiscriminadamente a todo género de animales (la creación) (cf. Gn 1,20-24; 6,20), que la Ley judía había separado en puros e impuros, como expresión de la santidad del pueblo en relación con los paganos; significa que Dios acepta a todas sus criaturas sin excepción ("los cuatro picos" = los cuatro puntos cardinales) (11s).

          La voz interpreta la visión: es la voz del propio Jesús que lo llama por el sobrenombre que él mismo le impuso (Lc 6,14), "Pedro", en vocativo, como en la predicción de sus negaciones (Lc 22,34s), y lo invita a emanciparse de las tradiciones patrias (13, en contraste con "mientras se lo preparaban" del v.10). Pedro replica con aire de suficiencia (14), igual que hizo cuando Jesús lo advirtió de su inminente apostasía (Lc 22,33). Jesús le advierte de nuevo que la distinción entre sagrado y profano no se corresponde con el plan de Dios (15).

         El diálogo se repite "tres veces" (16), como la triple negación de Pedro predicha por Jesús (Lc 22,34b.61). Pedro queda perplejo (17a); la rec. occ. insiste en que no tenía plena conciencia de lo que decía: "cuando volvió en sí, se puso a reflexionar sobre el sentido de aquella visión". La visión ha sido redactada en paralelo con la escena del bautismo de Jesús en el Jordán (Lc 3,21s: "mientras oraba, cielo abierto, descenso de alguien/algo, voz celeste"). Lc insiste en la relación entre los dos Simones, el curtidor y Pedro (17b-18).

         El Espíritu Santo aprovecha la incipiente apertura de Pedro (19). Lo invita a levantarse de su postración, a cambiar de actitud y a emprender su éxodo personal, sin poner obstáculo a los planes de Dios (20). Al igual que en el caso de Felipe (8,26.29), la misión liberadora del ángel/Jesús debe preceder a la intervención del Espíritu Santo; éste sólo puede actuar cuando hay un mínimo de apertura.

          Pedro accede con prontitud (21). Los emisarios de Cornelio insisten en los trazos projudíos de Cornelio, en la visión que éste ha tenido, sobre todo en lo que afecta a Pedro; se insinúa ya que éste deberá pronunciarse (22). Pedro les da alojamiento; en casa de Simón el curtidor no se discrimina a nadie (23a).

          La tercera escena se desarrolla de nuevo en Cesarea. Pedro sale de Jafa acompañado de algunos hermanos como testigos (23b). Cornelio los está aguardando (24). Pedro no acepta que le rindan homenaje y se comporta como un igual (25-27).

          Sus primeras palabras hacen referencia al obstáculo insalvable para un judío que él ha tenido que superar (28-29a). Ignora todavía el motivo de la llamada (29b). El triple relato de la visión de Cornelio manifiesta su carácter paradigmático: se insiste en la identidad de cada uno de los dos Simones ("Pedro"/ "curtidor", junto al mar") y se revela por primera vez que Pedro ha recibido un encargo del Señor para los paganos (30-33).

           El discurso de Pedro manifiesta que, a pesar de haber comprendido que Dios no acepta la segregación religiosa que propugnaba el judaísmo (34, cf. vv. 15.20.28), no está dispuesto a renunciar un ápice a la posición privilegiada de Israel.

           Basa su discurso en el postulado judío de que Dios acepta a todo el que es religioso y practica la justicia (35; cf. vv. 2.22). De momento ha reducido el contenido de la visión de Jafa a una aceptación material de los paganos. Para Pedro, el destinatario de la paz mesiánica es Israel, aunque de hecho Dios la ha enviado por medio de Jesús para todos los pueblos (36).

          Pedro cree que Cornelio y familia, en su calidad de adeptos judíos, tienen conocimientos de todo lo referente a Jesús de Nazaret, a su unción mesiánica en el Jordán y a su misión liberadora (37s). Él mismo se incluye entre los testigos de la vida pública de Jesús y de su muerte en cruz (39). Dios lo ha resucitado y ha limitado sus apariciones a algunos testigos privilegiados (40s).

          Restringe a Israel ("el pueblo") el mensaje que Jesús les había encargado predicar a todas las naciones (cf. 24,47; Hch 1,8) y circunscribe el contenido de la predicación presentando a Jesús como el Juez universal designado por Dios (cf. Lc 3,16s) (42). Concuerda con esto el testimonio unánime de los Profetas, a saber, que todo el que le da su adhesión -en el marco del pueblo judío- obtiene sentencia absolutoria (43; cf. Lc 3,3). Pedro no menciona para nada el don universal del Espíritu (cf. 1,5; 2,17-21; 11,16), defraudando así la expectación de Cornelio (cf. v. 33 y 11,14).

           El Espíritu Santo interrumpe el discurso, irrumpiendo ostensiblemente sobre todos los oyentes (44). El asombro de los creyentes circuncisos y el del propio Pedro muestra que no pensaban que la salvación se pudiera extender a los paganos sin la mediación de Israel (45). La experiencia del Espíritu es manifiesta y palpable (46).

          Ante la evidencia de los hechos. Pedro desiste de incitar a los paganos a abrazar la religión judía, aceptando la Ley para obtener la salvación; sin embargo, los hace bautizar, a pesar de que han sido bautizados con Espíritu Santo, los mismos que él con los ciento veinte en Pentecostés (2,1ss), sin que precediera el bautismo con agua (47s). Pretende integrarlos así en el Israel mesiánico (cf. 2,38).

         Tercer cuadro: La noticia de la integración de gente de origen pagano en la comunidad, sin mediar la circuncisión, ha llegado veloz a la iglesia de Jerusalén (11,1). Los hermanos circuncisos le echan en cara a Pedro, cuando osa presentarse allí, que se ha contaminado con gente impura. (2s).

         La rec. occ. contiene elementos nuevos: "Pedro, al cabo de largo tiempo, decidió ir a la ciudad de Jerusalén. Mandó llamar a los hermanos para confirmarlos, mientras enseñaba por aquella región y les hablaba largamente. Cuando llegó allí les notificó el favor concedido por Dios. Pero los hermanos partidarios de la circuncisión se pusieron a reprocharle, etc.". Según esto, Pedro no tiene prisa en ir a Jerusalén; la decisión ha sido madurada durante largo tiempo. Es más, aprovecha la ocasión para afianzar a los hermanos en la fe, según le había predicho Jesús: "Y tú, cuando te conviertas, afianza a tus hermanos" (Lc 22,32). La "conversión" de Pedro ha tenido lugar en casa de Cornelio.

         Pedro se justifica haciendo resaltar la concatenación de los hechos (4). Subraya a continuación los puntos esenciales que lo han conducido a ese cambio tan radical, omitiendo los que podrían suscitar animosidad. Omite así que "sintió hambre" mientras oraba, subraya que la visión del toldo que bajaba del cielo lo sacó fuera de sí (5), que fijó la atención en su contenido y que percibió distintamente los cuatro reinos de la creación (6).

         El diálogo es prácticamente el mismo (7-9). Recalca, con el triple forcejeo entre él y Jesús, que lo que estaba en juego era el futuro de la misión (10). Hace hincapié en la llegada de tres enviados de Cesarea "en la casa donde estábamos", sin mencionar el nombre del centurión Cornelio ni el de Simón el curtidor, pero dando a entender que no estaba solo (11). Enfatiza la invitación del Espíritu y precisa que lo acompañaron los seis circuncisos allí presentes (12).

         En lo concerniente al encuentro con Cornelio sigue omitiendo su nombre, así como el de Simón el curtidor, en el encargo que aquél había recibido del ángel (13). Revela por fin que tenía el encargo de Jesús de comunicar a los paganos un mensaje de salvación (14), escudándose en el hecho de que el Espíritu Santo irrumpió sobre los paganos, lo mismo que sobre ellos en Pentecostés, apenas él había empezado a hablar (15).

        Termina con un detalle que nos era desconocido: la irrupción del Espíritu sobre los paganos le hizo comprender el alcance del dicho del Señor que diferenciaba el bautismo con agua, propio del Bautista, del bautismo con Espíritu Santo (16). Omite la mención del bautismo con agua (cf. 10,47s). Al sacar la conclusión de esta nueva manifestación del Espíritu, esta vez sobre los paganos, repite en términos parecidos que se trata del mismo don y que él no era quién para impedírselo a Dios (17).

          La argumentación de Pedro no admite réplica. La Iglesia de Jerusalén no puede negar la evidencia de estos hechos, avalados por el testimonio de Pedro y de sus seis acompañantes, todos ellos circuncisos. Sin embargo, no alaban a Dios por el don del Espíritu concedido a los paganos, sino solamente por el don del arrepentimiento (18, cf. 5,31). Se abre con ello un compás de espera. Volverán a la carga más adelante, forzando la convocatoria de la asamblea de Jerusalén.

          Lc había anticipado en el Ev. el tema de la entrada de los paganos en el Reino al describir el acercamiento masivo de los recaudadores y descreídos a Jesús y el consiguiente reproche de los fariseos y los letrados (Lc 151s). La respuesta de Jesús en forma de un tríptico de parábolas (oveja y dracma perdida, hijo pródigo: 15,3-32) no provocó reacción alguna de los adversarios. Lc dejó así abierta la cuestión para replantearla en Hch en este tríptico, donde, después de verificarse la trascendental apertura de la iglesia al mundo pagano, se comprueba una reacción contraria parecida a aquélla, esta vez por parte de los circuncisos. La disyuntiva "justos/pecadores" del Ev. desemboca en Hch en la disyuntiva "circuncisos/paganos", basadas ambas en el postulado judío de lo "puro/impuro, sagrado/profano".                 

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