viernes, 18 de febrero de 2011

FELIPE. Personalismo del evangelista Felipe: Simón Mago. Hch 8,4-40.

4 Entre tanto, los dispersos iban anunciando el mensaje durante su recorrido.
5 Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les proclamó el Mesías.
6 Las multitudes hacían caso unánime de lo que decía Felipe, porque oían hablar de las señales que realizaba y las estaban viendo:
7 de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban;
8 se produjo gran alegría en aquella ciudad.
                    9 Sin embargo, ya de antes estaba en la ciudad cierto individuo de nombre Simón, que practicaba la magia y pasmaba a la nación samaritana, haciéndose pasar por un ser extraordinario.
10 Todos, pequeños o grandes, le hacían caso, pues decían:
                    - Éste es la Fuerza de Dios, esa que llaman la Grande.
                   11 Le hacían caso porque por largo tiempo los había tenido pasmados con sus magias;
12 pero cuando dieron fe a Felipe que anunciaba la buena noticia del reinado de Dios y la persona de Jesús Mesías, tanto hombres como mujeres se fueron bautizando.
13 También Simón mismo creyó y una vez bautizado, no se apartaba de Felipe; y, presenciando las señales y grandes milagros que sucedían, se quedaba pasmado.

           PEDRO Y JUAN QUITAN EL OBSTÁCULO DE LA COMUNIDAD.

                    14 Al enterarse los apóstoles que residían en Jerusalén de que toda Samaría había aceptado en firme el mensaje de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan.
15 Éstos bajaron allí y oraron por ellos para que recibieran Espíritu Santo,
16 porque no había bajado aún sobre ninguno de ellos: solamente habían quedado bautizados vinculándose al Señor Jesús.
17 Entonces les fueron imponiendo las manos, y recibían Espíritu Santo.
                     18 Al ver Simón que, al imponer las manos los apóstoles, se daba el Espíritu, les ofreció dinero,
19 diciendo:
                     - Dadme a mí también ese poder, que a quien yo le imponga las manos reciba Espíritu Santo.
                     20 Pedro le replicó:
                     - ¡Perece tú con tu dinero, por haber pensado que con dinero se compra el don de Dios!
21 No es cosa tuya ni se ha hecho para ti el mensaje éste, pues por dentro no andas a derechas con Dios.
22 Por eso, arrepiéntete de esa maldad tuya y ruega al Señor, a ver si se te perdona esa idea que te ha venido;
23 porque te veo destinado a la hiel amarga y a las cadenas de los inicuos.
                      24 Respondió Simón:
                      - Rogad vosotros al Señor por mí, para que no me venga encima nada de lo que habéis dicho.

            FELIPE EVANGELIZA AL ETÍOPE EUNUCO.

25 Después de dar testimonio exponiendo el mensaje del Señor, Pedro y Juan, de regreso a la ciudad de Jerusalén iban anunciando la buena noticia en muchas aldeas samaritanas.
26 Entonces el ángel del Señor habló así a Felipe:
                     - Levántate y vete hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza que se encuentra desierto.
                    27 Él se levantó y se puso en camino. En esto apareció un etíope eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía, superintendente del tesoro, que había ido en peregrinación a Jerusalén
28 e iba de regreso, sentado en su carroza, leyendo el profeta Isaías.
                    29 Dijo entonces el Espíritu a Felipe:
                    - Acércate y pégate a esa carroza.
                    30 Felipe se acercó corriendo, lo oyó leer el profeta Isaías y le preguntó:
                    - ¿Entiendes de veras lo que estás leyendo?
                    31 Contestó:
                    - Y ¿cómo podré entenderlo, a menos que alguien me guíe?
                    E invitó a Felipe a subir y sentarse con él.
                    32 El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste:
                    Como oveja llevada al matadero
                    y como cordero mudo ante el esquilador
                    no abre su boca.
                    33 Lo humillaron, negándole todo derecho
                    -su descendencia, ¿quién podrá enumerarla?-,
                    porque arrancan su vida de la tierra (Is 53,7s).
                    34 El eunuco le preguntó a Felipe:
                    - Por favor, ¿de quién dice esto el Profeta? ¿De sí mismo o de algún otro?
                    35 Felipe tomó la palabra y, a partir de aquel pasaje, le anunció la buena noticia de Jesús.
36 Mientras iban de camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco:
                    - Mira, ahí hay agua, ¿qué impide que yo me bautice?
                     38 Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, tanto Felipe como el eunuco, y lo bautizó.
39 Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco ya no volvió a verlo, y siguió su camino, lleno de alegría.
                     40 Felipe fue a parar a Azoto e iba dando la buena noticia por todos los pueblos que atravesaba, hasta llegar a Cesarea.

EXPLICACIÓN.

                  Gestación de una nueva iglesia (8,4-11,18). El relato de la dispersión de la comunidad helenista abre (8,4) y cierra (11,19), como un gran paréntesis, el desarrollo central construido en forma de tríptico (8,4-40; 9,1-30; 9,31-11,18), en cuyo interior se narra la "conversión" de tres personajes. Una vez consumada ésta, quedará allanado el camino para la misión entre los paganos (tercer punto del encargo de Jesús).

                4-40.   En la primera hoja del tríptico se comprueba el cambio profundo que se efectúa en el evangelista Felipe, representante ahora del grupo de los Siete. La secuencia consta a su vez de tres cuadros. En el primer cuadro se ejemplifica una situación general (4) con un caso particular; Felipe predica el Mesías, sin más, entre los samaritanos (5).

               Los resultados palpables de su misión liberadora (6-8) se ven ensombrecidos por resultados similares logrados con anterioridad por un personaje representativo, Simón, que practicaba la magia y pasmaba la región samaritana, presentándose como un ser extraordinario (9s, cf. 5,36). El éxito del mago es tan abrumador como el de Felipe, pero su acreditación es muy diversa (11; cf. v.6).

             Felipe logra atraer hacia sí a todos los samaritanos, quienes expresan mediante el bautismo la adhesión a su persona y al mensaje que les ha anunciado, muy acorde con su expectación mesiánica (12; cf. v.5). La manifiesta superioridad de Felipe sobre Simón queda reflejada en la adhesión incondicional y en el bautismo del propio Simón (13). El personalismo de Felipe es la clave del éxito que lo acompaña.

             Segundo cuadro: La noticia de la conversión de Samaría; región tradicionalmente odiada por los judíos, llega a oídos de los apóstoles instalados en Jerusalén (la rec. occ. lee, con razón, Ierousalêm, en sentido sacral), quienes deciden enviar a los dos máximos representantes de la comunidad (14).

             Pedro y Juan se dan cuenta de que el bautismo masivo administrado por Felipe no ha desembocado en el don del Espíritu y se disponen a enderezar la situación; la imposición de manos hace que cada uno personalice la adhesión a Jesús e implora la bendición de Dios para que reciban el Espíritu Santo (15-17).

              Simón interpreta la imposición de manos como un gesto mágico que confiere poder y quiere comprar con dinero la facultad de hacer lo mismo (18s). Su bautismo no ha significado el cambio total de valores que exige el mensaje. Indirectamente la crítica afecta al modo de evangelizar de Felipe.

             Pedro desenmascara su intento y advierte a Simón del grave peligro a que se expone (20s). Lo invita a cambiar de manera de pensar y a pedir perdón, no sea que se exponga al castigo reservado a los impíos (22s, cf. Dt 29,17 LXX; Is 58,6). Las amenazas de Pedro conducen a una súplica esperanzadora de Simón (24). La rec. occ. añade: "y no cesaba de llorar a lágrima viva" (cf. Lc 22,62). La súplica de Simón acompañada de muestras incesantes de arrepentimiento, obtendrá el perdón de su pecado.

             Tercer cuadro. Pedro y Juan, aleccionados por lo ocurrido, de regreso a la "ciudad de Jerusalén" (ahora ya en sentido neutro, gr. Hierosoluma), dejan de lado su particularismo judío completando la evangelización de Samaría (25).

             Como en el primer cuadro, después de una visión general, se presenta el caso particular de Felipe. Ahora es el "ángel del Señor", en misión liberadora (cf. 5,19), quien toma la iniciativa. Le propone un camino diametralmente opuesto al que ha seguido ("camino que baja, hacia el sur, desierto"); "bajar de Jerusalén" comporta alejamiento de la institución judía; "a Gaza", en arameo, "el Tesoro", marca la nueva dirección a tomar (26). Felipe obedece sin más (27a).

             Aparece ahora un nuevo personaje: un "etíope eunuco", en representación del paganismo estéril, ministro de la reina Candaces de Etiopía y superintendente del tesoro (lit. "que estaba encargado de todo el tesoro"), nueva alusión al tesoro que alberga el paganismo, se ha sentido atraído por el judaísmo (cf. Is 56,4-8 LXX), pero regresa de vacío de su peregrinación a los santos lugares ("Jerusalén") (27b-28a). Con la lectura del texto profético trata de llenar la insatisfacción que le ha producido el culto oficial (28b).

            Felipe está ya en disposición de seguir la dirección interior del Espíritu: éste lo invita a "pegarse a la carroza" en la que va sentado el eunuco para impartirle la nueva enseñanza (29). Felipe se apresta a seguir con prontitud estas indicaciones (30). El eunuco lee, pero no entiende, falto de un verdadero guía (31). El pasaje de Is 53,7s que lee el eunuco hace referencia al Siervo de Yahvé, el Mesías sufriente predicho por Jesús y que ha encarnado con su muerte en cruz (32s, cf. Lc 9,22.31.44; 17,25; 18,31-33; 24,7.25-27.44.46; Hch 3,18, etc.).

            La cita literal de Isaías contiene la clave para interpretar correctamente todo el episodio (34). Felipe toma a pie de este pasaje para comunicarle la buena noticia de Jesús; no le habla del Mesías, categoría ajena al mundo pagano (35). La instrucción de Felipe desemboca en el bautismo del eunuco (36).

           El v.37, atestiguado por algunos manuscritos, refleja simplemente la praxis bautismal de su tiempo. Tanto Felipe como el eunuco se sumergen en el agua, ruptura con su pasado (38), y ascienden interiormente renovados: Felipe se deja llevar sin resistencia por el Espíritu, el eunuco prosigue su camino con la alegría que le ha proporcionado el Espíritu Santo (39).

          Felipe seguirá evangelizando todos los pueblos que encuentre a su paso, la mayoría samaritanos, hasta establecerse en Cesarea, bastión del paganismo, donde fundará una comunidad floreciente (40, cf. 21,8).

          La escena está plagada de alusiones al episodio de Elías y Eliseo (4 Re 2,6-18 LXX). Una serie de paralelos la relaciona con la de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), pero el paralelismo no es lineal: el eunuco representa a los paganos simpatizantes con el judaísmo que, insatisfechos con el culto oficial, buscan en la Escritura el verdadero "camino" a seguir; Felipe es invitado a alejarse de la expectación mesiánica del judaísmo, para anunciar sin ningún género de impedimentos personales la buena noticia a los paganos.

                     Tras la huida precipitada de los helenistas, se produce una doble reacción: "unos hombres piadosos/devotos", en representación  de la humanidad (cf. 2,5), dan piadosa sepultura al ajusticiado intentando reparar de algún modo la injusticia cometida (2, cf. Lc 23,48.50s), mientras que Saulo se constituye en el perseguidor implacable de la iglesia helenista (3). El constante paralelismo entre el proceso de Jesús y el de Esteban (unos 25 paralelos) presenta a éste como el modelo de discípulo.              

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