martes, 22 de marzo de 2011

MILETO. PRIMERA ADVERTENCIA DEL ESPÍRITU. Hch 20,14-38.

14 Cuando nos alcanzó en Aso, subió a bordo con nosotros y llegamos a Mitilene.
15 Zarpamos de allí y al día siguiente llegamos a la altura de Quíos; al otro, costeamos en dirección a Samos y un día después llegamos a Mileto,
16 pues Pablo había resuelto pasar de largo Éfeso, no fuera a perder tiempo en la provincia de Asia; se daba prisa a ver si lograba estar en la ciudad de Jerusalén para el día de Pentecostés.
                   17  Desde Mileto mandó recado a Éfeso y llamó a los responsables de la comunidad.
18 Cuando se presentaron, les dijo:
                   - Vosotros sabéis cómo me he portado con vosotros todo este tiempo, desde el día que por primera vez puse el pie en Asia:
19 he servido al Señor con toda humildad entre las penas y pruebas que me han procurado las conjuras de los judíos.
20 Sabéis que en nada que fuera útil me he retraído de predicaros y enseñaros en público y en privado,
21 instando lo mismo a judíos que a griegos al arrepentimiento que lleva a Dios y a dar la adhesión a nuestro Señor Jesús.
                  22 Y ahora, mirad, atado yo por mi propia decisión voy camino de Jerusalén, sin saber lo que allí me espera.
23 Sólo que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me declara que me aguardan prisiones y conflictos.
24 Pero la vida para mí no cuenta, al lado de dar remate a mi carrera y al servicio que me confío el Señor Jesús: dar testimonio de la buena noticia del favor de Dios.
                 25 Y ahora, mirad, yo sé que ninguno de vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino, volverá a verme.
26 Por eso os declaro en el día de hoy que no soy responsable de la suerte de nadie,
27 porque no me he retraído de anunciaros enteramente el plan de Dios.
28 Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes, para que veléis como pastores por la comunidad del Señor, que él adquirió con su propia sangre.
29 Ya sé que, cuando os dejé, se meterán entre vosotros lobos feroces que no perdonarán al rebaño,
30 e incluso de entre vosotros mismos saldrán algunos que propondrán doctrinas perversas para arrastrar tras ellos a los discípulos a seguirlos.
31 Por eso, estad alerta: recordad que durante tres años, día y noche, no he cesado de amonestar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular.
                 32 Ahora os dejo en manos de Dios y del mensaje de su gracia, que tiene fuerza para construir y para daros la herencia con todos los consagrados.
33 No he deseado plata, oro ni ropa de nadie;
34 sabéis por experiencia que estas manos han atendido a mis necesidades y a las de mis compañeros.
35 Os hice ver en todo que hay que trabajar así para socorrer a los necesitados, acordándoos de aquellas palabras del Señor Jesús cuando dijo: "Hay más dicha en dar que en recibir".
                36 Cuando terminó de hablar, se puso de rodillas con todos ellos y oró.
37 Todos rompieron a llorar y, echándose al cuello de Pablo, lo besaban,
38 apenados sobre todo por lo que había dicho de que no volverían a verlo. Luego lo acompañaron hasta la nave.

EXPLICACIÓN.

14 - 38.        El grupo ideal ("nosotros") acompaña a Pablo desde Asos hasta Mileto, desapareciendo nuevamente de escena en todo el episodio siguiente (14s); reaparecerán, sin embargo, en el momento de zarpar (21,1).

                    Pablo evita el contacto con la comunidad de Éfeso, teniendo que ésta lo retenga y lo haga desistir de sus planes; tiene prisa en llegar a Jerusalén, probablemente para entregar la colecta en Pentecostés (cf. Rom 15,25-27) (16).

                    El discurso de Pablo, restringido a los responsables de la comunidad efesina que ha mandado llamar a Mileto (17), tiene cuatro partes. En la primera (18-21) describe su labor en la provincia de Asia, abierta a judíos y paganos (cf. 19,9-10).

                   En la segunda parte (22-24) pasa del memorial a la parénesis con la descripción de la nueva situación que se ha creado: les revela que va a Jerusalén (en sentido sacral) "atado yo por mi propia decisión" (21, lit. "por el espíritu"=, remitiendo a la decisión tomada en 19,21; ese "espíritu" no calificado es el de Pablo, por eso no sabe lo que le espera (22), y se contrapone al "Espíritu Santo", que aparece inmediatamente después y que lo informa repetidamente de las consecuencias del viaje (23): es la primera advertencia del Espíritu (cf. Lc 9,22). Pablo, sin embargo, no renuncia a su propósito. Quiere cumplir el encargo de Jesús, difundiendo la buena noticia; ahora bien, según el mismo encargo, habría de anunciarla en Roma, representación del paganismo (cf. 19,21), y hasta el confín del mundo (13,47, cf. 1,8), abandonando la idea de ir a Jerusalén (24).

                 En la tercera parte (25-31) predice que ésta será su última visita a Asia (25). Proclama su inocencia (26s). Siguen una serie de recomendaciones y advertencias a los responsables (28-31).

                 En la cuarta y última (32-35) los encomienda a Dios (32). Refuta la acusación de haberse aprovechado personalmente del producto de la colecta, citando un dicho de Jesús no registrado en los evangelios (33-35).

                 Despedida efusiva (36-38). Al contrario de lo que le va a ocurrir en las comunidades que visitará a continuación, los responsables de Éfeso no han reaccionado al mencionar Pablo su propósito de subir a Jerusalén. Ésta puede ser la razón por la que Pablo ha evitado el contacto con la comunidad misma; ésta, sin duda, se habría opuesto al viaje.                  

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