martes, 15 de marzo de 2011

FILIPOS. CONVERSIÓN DE LIDIA, PROSÉLITA JUDÍA. Hch 16,11-15

11 Zarpando a Tróade navegamos derechos a Samotracia. Al día siguiente salimos para Neápolis
12 y de allí para la ciudad de Filipos, la principal colonia romana del distrito de Macedonia. En esta ciudad nos detuvimos unos días.
13 El sábado salimos a las afueras y fuimos bordeando el río hasta donde pensábamos que había un lugar de oración. Nos sentamos y nos pusimos a hablar a las mujeres que se habían reunido.
14 Cierta mujer de nombre Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que era adicta al judaísmo, estaba escuchando, y el Señor le abrió el corazón para que hiciera caso de lo que Pablo hablaba.
15 Cuando se bautizó con su familia, nos suplicó:
                 - Si estáis convencidos de que soy fiel al Señor, venid a hospedaros en mi casa.
                 Y nos obligó a aceptar.

EXPLICACIÓN.

11 - 15.        El Espíritu los ha llevado derechos a Filipos, ciudad enteramente pagana, donde ni siquiera hay sinagoga (11s); los aparta del ambiente judío y de su nacionalismo. Pero Pablo no ha perdido la esperanza de encontrarse con sus connacionales: por eso elige el sábado para reunirse en un lugar de oración apartado (13a). La rec. occ. ., al utilizar una construcción impersonal ("donde parecía") no atribuye intencionalidad al grupo anónimo en la búsqueda de ese lugar de oración.

                   Mientras esta comunidad ideal se dedica a enseñar a un corro de mujeres paganas (13b), Pablo tiene como oyente asidua a otra mujer, Lidia, que no es natural de la ciudad y que encarna ("cierta mujer") a los paganos que simpatizan con la religión judía (14a); gracias a la intervención directa del Señor, ésta hace caso de las enseñanzas de Pablo (14b), se convierte y se bautiza (15a).

                  Se observa cierto paralelo entre esta escena y la de Emaús: los discípulos de Emaús obligaron a Jesús a quedarse con ellos, y éste les abrió los ojos para que comprendieran el sentido de las Escrituras sobre su mesianismo (Lc 24,29.31); el Señor abre ahora el corazón de Lidia para que comprenda el mensaje contenido en la predicación de Pablo, y ésta obliga al grupo ideal a quedarse en su casa para que confirme a la nueva comunidad creyente (15b). Las sucesivas intervenciones del Señor (recuérdese 5,19s; 8,26; 10,13ss; 11,7ss; 12,7ss; 11.17) tratan de salvar a Pablo de un fracaso rotundo, dada su buena fe.                  

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