jueves, 14 de abril de 2011

DESENLACE DEL PROCESO. Hch 26,24-32.

24 En este punto de su defensa exclamó Festo a voz en cuello:
                    - ¡Estás loco, Pablo! Tanto saber te trastorna el juicio.
                    25 Pablo contestó:
                    - No estoy loco, excelentísimo Festo, mis palabras son verdaderas y sensatas.
26 El rey entiende de estas cuestiones, por eso ante él hablo con franqueza; no puede creer que al rey se le oculte nada de esto, pues no ha sucedido en un rincón.
27 ¿Das fe a los Profetas, rey Agripa? Estoy seguro de que sí.
                    28 Agripa le dijo a Pablo:
                    - Por poco me convences de hacerme cristiano.
                    29 Pablo le contestó:
                    - Por poco o por mucho, quisiera Dios que no sólo tú, sino también todos los que hoy me escucháis, fueran lo mismo que yo soy..., cadenas aparte.
                    30 Se levantaron entonces el rey el gobernador, Berenice y los demás participantes en la sesión.
31 Al retirarse comentaban entre ellos:
                   - Este hombre no está haciendo nada que merezca muerte o prisión.
                   32 Agripa le dijo a Festo:
                   - Si no fuera porque ha apelado al César, se podría dejar en libertad a este hombre.

EXPLICACIÓN.

24 - 32.    Festo interrumpe bruscamente a Pablo, tachándolo de loco (24, cf. Lc 23,11). No puede aceptar la resurrección de Jesús (cf. 25,19). Las tres apologías acaban por igual en un fracaso (cf. 22,22 y 24,22).

                Réplica de Pablo, quien a continuación apela a los conocimientos de Agripa (25s). La pregunta que formula a éste sobre la fe en los Profetas y la afirmación que sigue (27: "Estoy seguro de que sí") son una invitación a hacerse cristiano aceptando a Jesús como Mesías muerto (fracasado a los ojos del mundo) y resucitado (exaltado por Dios).

                La respuesta de Agripa muestra que éste, aunque de religión judía, comprende y acepta la existencia del grupo cristiano como diferente de Israel (28, cf. 11,26). Pablo replica declarándose ya solamente cristiano (29: "lo mismo que yo soy"): una vez que ha apelado al paganismo, Pablo recupera su plena identidad, que había negado en tres ocasiones (cf. 21,39; 22,3; 23,6).

                Tanto el gobernador romano como el rey judío reconocen la inocencia de Pablo (30s, cf. Lc 23,14s). Pero Pablo lleva aún las cadenas con las que él mismo se había atado (20,22) con su decisión de ir a Jerusalén, en lugar de dirigirse directamente a Roma (19,21); el Espíritu Santo se las había predicho repetidamente (20,23) y Ágabo lo había confirmado con su gesto profético (21,11); él mismo se había declarado dispuesto a llevarlas y a morir en Jerusalén (21,12).

                Pablo había hecho fracasar la conjura de los judíos que lo querían matar en Jerusalén (23,17); la conjura motivó su marcha a Cesarea, ciudad del César, y, con ello, el inicio de su éxodo fuera de la institución judía (23,23.31-33). La apelación al César, Emperador de Roma (25,10s), para evitar el traslado del juicio a Jerusalén (25,9), en cuyo camino lo acechaban de nuevo los conjurados para darle muerte (25,3), revoca su primitiva decisión de ir a Jerusalén, antes de dirigirse a Roma, para enfrentarse con la institución judía (19,21).

               La estancia en Jerusalén ha constituido un fracaso rotundo (cf. 21,36; 22,22; 23,10.12). Con su apelación a los paganos, representados por el César/Emperador, Pablo se ha situado de nuevo en la ruta del designio divino. Sólo falta que sea liberado de sus cadenas, materialización de su decisión equivocada. A Pablo no se le puede dejar en libertad mientras no se desvincule él mismo de la decisión que lo mantiene ligado al judaísmo y le impide dirigirse con plena libertad hacia el paganismo (32).

              La citación ante Agripa, rey de los judíos, ha sido redactada en paralelo con la comparecencia de Jesús ante Herodes (Lc 23,6-12). El contraste más acusado se manifiesta en el hecho de que Pablo se extienda en palabras de autodefensa (26,1b-23), mientras que Jesús ante Herodes "no contestó palabra" (Lc 23,9b).                   

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