martes, 5 de abril de 2011

PRIMERA APOLOGÍA Y TESTIMONIO DE PABLO ANTE EL PUEBLO JUDÍO. Hch 21,37-22,21.

 37 Cuando estaban para meterlo en el cuartel, dijo Pablo al comandante:
                   - ¿Me permites decirte algo?
                   Éste repuso:
                   - ¿Sabes griego?
38 Entonces, ¿no eres tú el egipcio que hace algún tiempo amotinó a aquellos cuatro mil guerrilleros y se echó al desierto con ellos?
                  39 Pablo contestó:
                  - Yo soy judío, natural y vecino de Tarso de Cilicia, ciudad no insignificante. Por favor, permíteme hablar al pueblo.
                  40 Le dio permiso, y Pablo, de pie en las gradas, reclamó la atención del pueblo haciendo señas con la mano. Se hizo un gran silencio, y se dirigió a ellos en lengua aramea:
22        1 - Hermanos y padres: Escuchad la defensa que os presento ahora.
                2 Al oír que les hablaba en lengua aramea, la calma se hizo mayor. Prosiguió entonces:
               3 - Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad; como alumno de Gamaliel, me eduqué en todo el rigor de la Ley de nuestros padres, con tanto fervor religioso como vosotros ahora.
4 Yo perseguí a muerte este Camino, apresando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres;
5 y son testigos de todo esto el mismo sumo sacerdote y todo el senado. Ellos me dieron credenciales para nuestros hermanos, y fui a Damasco para traerme presos a Jerusalén a los que hubiese allí, para que los castigaran.
               6 Pero sucedió que en el viaje, al acercarme yo a Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz celeste me envolvió de claridad,
7 caí por tierra y oí una voz que decía: "Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?"
8 Yo pregunté "¿Quién eres, Señor? Me respondió: "Yo soy Jesús, el Nazoreo, a quién tú persigues".
9 Mis acompañantes vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía el que me hablaba.
10 Yo pregunté: "Qué debo hacer, Señor?" El Señor me respondió: "Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te explicarán la tarea que se te ha asignado".
11 Como yo no veía por el resplandor de aquella luz, los que estaban conmigo me llevaron de la mano hasta Damasco.
            12 Un tal Ananías, hombre devoto al modo de la Ley, recomendado por todos los judíos de la ciudad,
13 fue a verme, se puso a mi lado y me dijo: "Saúl, hermano, recobra la vista". Y yo, en aquel mismo momento, recobré la vista y lo vi.
14 Él me dijo: "El Dios de nuestros padres se destinó a que conocieras su designio, vieras al Justo y escucharas las palabras de su boca,
15 porque vas a ser su testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído.
16 Y ahora, ¿a qué esperas?: levántate, bautízate y lava tus pecados invocándolo a él".
            17 Pero sucedió que, de regreso a Jerusalén, mientras oraba en el templo, tuve un arrebato;
18 y lo vi a él que me decía: "Date prisa y sal en seguida de Jerusalén, porque no van a aceptar tu testimonio sobre mí".
19 Yo le repliqué: "Señor, si ellos saben que yo iba por las sinagogas para encarcelar a tus fieles y azotarlos...;
20 además, cuando se derramó la sangre de Esteban, tu testigo, también yo estaba presente dando mi aprobación y guardando los mantos de los que le daban muerte".
21 Pero él me dijo: "Anda, que yo te voy a enviar lejos, a naciones paganas".

EXPLICACIÓN.

21,37-22,21 El comandante romano había identificado a Pablo con un sedicioso conocido, que unos diez años antes había provocado una insurrección para atacar Jerusalén; al descubrir que Pablo era un judío culto, comprende que no puede ser aquél (37s). Por primera vez, Pablo revela su identidad: "Yo soy judío" (39, lit.: "un hombre judío", donde "hombre" denota universalidad; cf. Lc 22,57).

                   Apología de Pablo en lengua aramea (40). La fórmula inicial tiene puntos de contacto con la usada por Esteban (7,2), pero, a diferencia de éste, cuyo discurso era una invectiva contra el judaísmo desviado (cf. 7,51-53), Pablo declara desde un principio que habla en su propia defensa (gr. apología) (22,1). Según Lc (materiales propios), Jesús había prevenido reiteradamente a sus discípulos de no hablar en defensa propia (Lc 12,11; 21,14: gr. apologeomai). Así lo comprendió Esteban, por cuya boca habló el Espíritu Santo, y no pudieron resistir a sus palabras (6,10, cf. Lc 12,12; 21,15).

                    Proclamación profética y apología personal son incompatibles; la primera es irresistible, sin que los adversarios puedan contradecirla ni hacerle frente (cf. 4,8-12.14; 5,29-32.33; 6,10; 7,2-53.54s); a la segunda se puede contestar y no obtiene resultado alguno.

                    Por segunda vez, ahora en público, Pablo confiesa su identidad: "Yo soy judío" (3a lit., "individuo judío", expresión de cariz particularista; cf. Lc 22,58). Recuerda a la multitud su estancia en Jerusalén de joven y sus estudios rabínicos bajo la dirección de Gamaliel, el mismo que defendió a los apóstoles en el Consejo (3c, cf. 5,34).

                    Después de haberse presentado, les recuerda su propia conversión; es la segunda vez que se narra (cf. 9,1-19), ahora por boca de Pablo mismo. La primera parte del relato (6-16) coincide exactamente con la primera versión, a excepción de la revelación que le comunica Ananías sobre su futura misión universal ("ante todos los hombres") /14s).

                    La segunda parte (17-21) proporciona nuevos elementos, muy importantes para comprender la clarificación que se está produciendo en la mente de Pablo sobre el sentido de su llamada y el campo de su misión: a su vuelta a Jerusalén (cf. 9,26), mientras oraba tuvo una visión, como Pedro en Jafa (cf. 10,9s; 11,5), silenciada hasta ahora; tuvo lugar en el templo (17), precisamente desde ahora se estaba purificando (21,26s) y de donde lo acaban de expulsar (21,30).

                    En la visión el Señor urgió a abandonar Jerusalén (sentido sacral), alegando que su testimonio sería inútil (18). Sigue contando como él se resistió confiando en la fuerza de su testimonio sobre su pasado próximo (perseguidor) (19; cf. 8,3; 9,1s.21) y remoto (cómplice de la muerte de Esteban) (20, cf. 7,58; 8,1a). El Señor, haciendo caso omiso de sus alegaciones, lo invitó nuevamente a marcharse, indicándole cuál había de ser su campo de misión, los paganos.

                    El motín provocado por los judíos de Jerusalén (21,27ss) ha sido redactado sobre la falsilla del promovido por los paganos de Éfeso (20,1ss). Este paralelismo pone al descubierto la forma como Pablo intenta armonizar la misión entre los paganos con la misión entre los judíos, evitando menoscabar los privilegios de Israel. Ambos motines, diametralmente opuestos, son secuela de la forma indecisa como presenta Pablo el camino cristiano.                   

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