6 Se reunieron
entonces los apóstoles y los responsables para examinar el asunto.
7 Como la discusión
se caldeaba, se levantó Pedro y les dijo:
- Hermanos, vosotros sabéis
que, desde la primera época, Dios me escogió entre vosotros para que los
paganos oyeran de mi boca el mensaje del evangelio y creyeran.
8 Y Dios, que lee los
corazones, se declaró a favor de ellos, dándoles el Espíritu Santo igual que a
nosotros.
9 No ha hecho
distinción alguna entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones por
la fe.
10 ¿Por qué,
entonces, provocáis a Dios ahora imponiendo a esos discípulos un yugo que ni
nuestros padres ni nosotros hemos tenido fuerzas para soportar?
11 No, nosotros
creemos que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, de la misma manera que
ellos.
12 Toda la asamblea guardó
silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaban cuántas señales y
prodigios había hecho Dios por su medio entre los paganos.
SANTIAGO SALVAGUARDA EL PRIVILEGIO DE
ISRAEL.
13 Cuando ellos se callaron,
replicó Santiago:
- Hermanos, escuchadme:
14 Simeón ha relatado
cómo Dios por vez primera se ha dignado escoger de entre los paganos un pueblo
para él.
15 Concuerdan con
esto los dichos de los Profetas, como está escrito:
16 Después de
esto volveré
para
reconstruir la tienda caída de David;
reconstruiré sus ruinas
y la pondré en
pie,
17 para que el
resto de los hombres busque al Señor,
con todas las
naciones que ya llevan mi nombre,
dice el Señor,
que lo hizo
18 notorio
desde antiguo (Am 9,11-12 LXX).
19 Por tanto, he resuelto yo
que no se debe molestar a los paganos que se convierten a Dios;
20 basta escribirles
que se abstengan de contaminarse con la idolatría, de contraer uniones
ilegales, de comer animales estrangulados o sangre;
21 porque desde las
primeras generaciones Moisés ha tenido quien lo proclame en cada ciudad, cuando
se lee cada sábado en las sinagogas.
RESOLUCIÓN DE LA ASAMBLEA.
22 Entonces decidieron los apóstoles y
los responsables, de acuerdo con la entera comunidad, elegir a algunos de ellos
y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: eligieron a Judas el llamado
Barsabá, y a Silas, hombres con ascendiente entre los hermanos,
23 para mandarles por
su medio este escrito:
24 "Los apóstoles y vuestros hermanos los
responsables saludan a los
hermanos de Antioquía, Siria y
Cilicia procedentes del paganismo.
Nos hemos enterado de que algunos de
los nuestros han ido desde
aquí y os han alarmado y perturbado
el ánimo con sus palabras, sin
encargo nuestro.
25 Por eso hemos
decidido por unanimidad elegir a algunos y enviároslos
con nuestros queridos Bernabé y Pablo,
26 hombres que han
dedicado sus vidas a la causa de nuestro Señor, Jesús
Mesías.
27 En consecuencia mandamos a Judas y Silas,
que os referirán lo mismo
de palabra.
28 Porque hemos decidido, el Espíritu Santo y
nosotros, no imponeros más
cargas que las indispensables:
29
abstenerse de carne sacrificada a los ídolos, de comer sangre o
animales estrangulados, y de contraer
uniones ilegales. Haréis bien en
guardaros
de todo eso. Salud".
EXPLICACIÓN.
6 - 29 La
reunión de la asamblea está estructurada también en forma concéntrica: reunión
de la asamblea (6), defensa de Pedro (7-11), Bernabé y Pablo en el centro del
debate (12), sentencia de Santiago (13-21), resolución de la asamblea (22-29).
Reunión de la asamblea, compuesta solamente por los apóstoles y los
responsables (6). La comunidad está presente también, pero no tiene voz ni voto
en el debate (cf. v.12).
En medio de la discusión acalorada, señal
de que la tesis farisea tiene sus partidarios entre los dirigentes, interviene
Pedro, en representación de los apóstoles; la rec. occ. puntualiza que lo movió
a ello el Espíritu Santo: "Se levantó Pedro movido por el Espíritu"
(7a, cf. Mt 22,43; Mc 12,36).
Pedro les recuerda que "desde la primera época" fue elegido
por Dios entre los dirigentes para anunciar la buena noticia a los paganos; los
sucesos acaecidos en casa de Cornelio pertenecen ya a un pasado lejano, pero
con valor fundacional (7b). Dios ratificó su anuncio derramando sobre ellos el
Espíritu Santo, lo mismo que había hecho en Pentecostés sobre los de origen
judío (cf. 10,44.47; 11,15.17), sin haber precedido ninguna señal exterior de
conversión (bautismo), pues lee en el interior del hombre (8). Dios no
distingue entre judíos y paganos, entre puro e impuro, sagrado o profano (9a,
cf. 10,15.20.28; 11,9.12); no es la Ley -ni por ende la circuncisión- sino la
fe la que purifica al hombre, suprimiendo así toda discriminación (9b, cf.
11,17).
Tras
asentar los principios constitutivos de derecho, saca las consecuencias: querer
imponer la Ley -una carga insoportable tanto para Israel como para los
judeocreyentes- equivaldría a negar la gratuidad de la salvación (10); la
salvación tanto para los paganos como para los judíos procede de la gracia del
Señor Jesús y no de la circuncisión ni de la Ley, como pretendían los creyentes
fariseos (11).
El
silencio de la entera asamblea es señal de asentimiento. La rec. occ. lo
justifica: "Habiendo dado los responsables su asentimiento guardó silencio
toda la asamblea" (12). La comunidad judeocreyente escucha el relato de
Bernabé y Pablo, situados en el centro del deber ante la decidida actitud de
Pedro, éstos se atreven ahora a mencionar la conversión de los paganos (comp.
v.3 con v.4); los prodigios son indicio del apoyo divino a la misión (cf.
14,3).
Santiago, el pariente del Señor, interviene como portavoz del grupo de
los responsables (cf. 12,17). Pide a la asamblea que preste atención a su
requisitoria (13).
Llamándole Simeón (forma hebrea de "Simón"), hace hincapié en
el origen étnico y religioso de Pedro. Al resumir el discurso de éste,
tergiversa el sentido de sus palabras.
Mediante la frase: "se ha dignado escoger de entre los paganos un
pueblo (indeterminado) para él" (14), distingue a los paganos de Israel
("el pueblo", siempre determinado en Lc) y los subordina a la iglesia
judía.
Niega
así toda novedad a lo expuesto por Pedro, haciéndolo coincidir con un pasaje de
Amós (Am 9,11s, citado según los LXX), del que deduce que la restauración de la
monarquía davídica (el mesianismo nacionalista judío, cf. 3,20ss) es condición
indispensable para la salvación de la humanidad (15-17).
El
último inciso: "notorio desde antiguo" (18), es un comentario de
Santiago inspirado en Is 45,21: el hecho que Dios se haya dignado "por vez
primera" asimilar a los paganos a Israel, según la versión que acaba de
dar él del relato de Pedro (v.14), no debe prejuzgar la restauración de Israel,
pues ésta se inscribe en el plan primigenio de Dios, "desde antiguo".
La rec.
occ. es todavía más explícita: "Notoria es desde antiguo para el Señor su
obra": la restauración de la dinastía davídica es "la obra" por
excelencia de Dios, a la que debe supeditarse la misión entre los paganos.
Sentadas
estas premisas, Santiago emite una sentencia salomónica, valiéndose de la
autoridad que le otorga su calidad de sucesor del Mesías davídico por fuerza de
su parentesco de sangre (cf. 1,14): la circuncisión no es obligatoria para los
paganos (19), pero éstos han de respetar ciertas prescripciones, cuya
transgresión haría imposible la convivencia con los judíos (20).
El
estatuto jurídico que impone a los creyentes venidos del paganismo es análogo
al del extranjero asimilado al pueblo judío (cf. Lv 17s). Era el mínimo que los
pensadores liberales judíos exigían a los paganos adictos que no se hacían
plenamente judíos.
La rec.
occ., después de las prescripciones (om. la relativa a los animales
estrangulados), añade: "Y no hacer a otros lo que uno no quiere par
así", o sea, la regla de oro de la religiosidad judía.
Santiago
trata de justificar el fallo emitido apelando a un argumento jurídico:
"Moisés", la Ley, no ha prescrito, pues sigue teniendo plena vigencia
y mantiene la primacía que emana de su antigüedad, "desde las primeras
generaciones" (21), en contraposición al hecho más bien reciente de la
apertura a los paganos, que Pedro hacía remontar a la primera época de la
iglesia, "desde los primeros días" (15,7. lit.)
Pedro se
había pronunciado en favor de la libertad total frente a la Ley tanto para los
paganos como para los judíos creyentes; Santiago retiene la obligatoriedad de
la Ley para los creyentes judíos y, aunque renuncia a integrar a los
convertidos del paganismo en el Israel mesiánico, les exige un estatuto
jurídico que les permita convivir con el Israel verdadero.
El pleno
de la asamblea (apóstoles, responsables y comunidad) decide enviar unos
delegados a Antioquía con la carta sinodal (22-23a). En el encabezamiento de la
carta se menciona a los que han aceptado el compromiso zanjado de antemano por
Santiago, los dirigentes, y a los destinatarios del mal llamado "decreto
apostólico" (de hecho es un compromiso entre los apóstoles con Pedro a la
cabeza y los responsables presididos por Santiago), a saber, las comunidades
establecidas en las regiones de Siria y Cilicia (23).
Se empieza
descalificando a los perturbadores (24). Se cita en primer lugar la decisión
tomada en el pleno de la asamblea: el envío de unos delegados (25, cf. v.22), y
se alaba después la plena dedicación de los misioneros (26). Se menciona el
envío de dos delegados, encargados de entregar la carta y de ratificar de
palabra su contenido (27).
Para
terminar se notifica la decisión, compromiso alcanzado entre la postura abierta
defendida por Pedro (la misma que Bernabé y Pablo habían adoptado desde el
momento en que la buena noticia fue predicada a los paganos, cf. 11,20-26) y la
radical sostenida por los judaizantes (15,1.5); se expresa en la fórmula:
"Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros", en la que se reflejan
ambas posturas, como se demuestra en la continuación: "no imponeros más
cargas (tesis de Pedro, siguiendo al Espíritu) que las indispensables (tesis de
Santiago, ratificada por los dirigentes): abstenerse, etc." (28s, cf.
15,19s; 21,25).
En todo
momento se mantiene la distinción entre la resolución unánime de la asamblea de
enviar a unos delegados (vv. 22.25) y el compromiso alcanzado por los
dirigentes (v.28) a instancias de Santiago (vv.19s).
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