14 Cuando nos alcanzó
en Aso, subió a bordo con nosotros y llegamos a Mitilene.
15 Zarpamos de allí y
al día siguiente llegamos a la altura de Quíos; al otro, costeamos en dirección
a Samos y un día después llegamos a Mileto,
16 pues Pablo había
resuelto pasar de largo Éfeso, no fuera a perder tiempo en la provincia de
Asia; se daba prisa a ver si lograba estar en la ciudad de Jerusalén para el
día de Pentecostés.
17 Desde Mileto mandó recado a Éfeso y llamó a
los responsables de la comunidad.
18 Cuando se
presentaron, les dijo:
- Vosotros sabéis cómo me he
portado con vosotros todo este tiempo, desde el día que por primera vez puse el
pie en Asia:
19 he servido al
Señor con toda humildad entre las penas y pruebas que me han procurado las
conjuras de los judíos.
20 Sabéis que en nada
que fuera útil me he retraído de predicaros y enseñaros en público y en
privado,
21 instando lo mismo
a judíos que a griegos al arrepentimiento que lleva a Dios y a dar la adhesión
a nuestro Señor Jesús.
22 Y ahora, mirad, atado yo
por mi propia decisión voy camino de Jerusalén, sin saber lo que allí me
espera.
23 Sólo que el
Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me declara que me aguardan prisiones y
conflictos.
24 Pero la vida para
mí no cuenta, al lado de dar remate a mi carrera y al servicio que me confío el
Señor Jesús: dar testimonio de la buena noticia del favor de Dios.
25 Y ahora, mirad, yo sé que
ninguno de vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino, volverá a
verme.
26 Por eso os declaro
en el día de hoy que no soy responsable de la suerte de nadie,
27 porque no me he
retraído de anunciaros enteramente el plan de Dios.
28 Tened cuidado de
vosotros y de todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto como
guardianes, para que veléis como pastores por la comunidad del Señor, que él
adquirió con su propia sangre.
29 Ya sé que, cuando
os dejé, se meterán entre vosotros lobos feroces que no perdonarán al rebaño,
30 e incluso de entre
vosotros mismos saldrán algunos que propondrán doctrinas perversas para
arrastrar tras ellos a los discípulos a seguirlos.
31 Por eso, estad
alerta: recordad que durante tres años, día y noche, no he cesado de amonestar
con lágrimas en los ojos a cada uno en particular.
32 Ahora os dejo en manos de
Dios y del mensaje de su gracia, que tiene fuerza para construir y para daros
la herencia con todos los consagrados.
33 No he deseado
plata, oro ni ropa de nadie;
34 sabéis por
experiencia que estas manos han atendido a mis necesidades y a las de mis
compañeros.
35 Os hice ver en
todo que hay que trabajar así para socorrer a los necesitados, acordándoos de
aquellas palabras del Señor Jesús cuando dijo: "Hay más dicha en dar que
en recibir".
36 Cuando terminó de hablar, se
puso de rodillas con todos ellos y oró.
37 Todos rompieron a
llorar y, echándose al cuello de Pablo, lo besaban,
38 apenados sobre
todo por lo que había dicho de que no volverían a verlo. Luego lo acompañaron
hasta la nave.
EXPLICACIÓN.
14 - 38. El
grupo ideal ("nosotros") acompaña a Pablo desde Asos hasta Mileto,
desapareciendo nuevamente de escena en todo el episodio siguiente (14s);
reaparecerán, sin embargo, en el momento de zarpar (21,1).
Pablo evita el contacto con la comunidad de Éfeso, teniendo que ésta lo
retenga y lo haga desistir de sus planes; tiene prisa en llegar a Jerusalén,
probablemente para entregar la colecta en Pentecostés (cf. Rom 15,25-27) (16).
El
discurso de Pablo, restringido a los responsables de la comunidad efesina que
ha mandado llamar a Mileto (17), tiene cuatro partes. En la primera (18-21)
describe su labor en la provincia de Asia, abierta a judíos y paganos (cf.
19,9-10).
En
la segunda parte (22-24) pasa del memorial a la parénesis con la descripción de
la nueva situación que se ha creado: les revela que va a Jerusalén (en sentido
sacral) "atado yo por mi propia decisión" (21, lit. "por el
espíritu"=, remitiendo a la decisión tomada en 19,21; ese
"espíritu" no calificado es el de Pablo, por eso no sabe lo que le
espera (22), y se contrapone al "Espíritu Santo", que aparece
inmediatamente después y que lo informa repetidamente de las consecuencias del
viaje (23): es la primera advertencia del Espíritu (cf. Lc 9,22). Pablo, sin
embargo, no renuncia a su propósito. Quiere cumplir el encargo de Jesús,
difundiendo la buena noticia; ahora bien, según el mismo encargo, habría de
anunciarla en Roma, representación del paganismo (cf. 19,21), y hasta el confín
del mundo (13,47, cf. 1,8), abandonando la idea de ir a Jerusalén (24).
En la
tercera parte (25-31) predice que ésta será su última visita a Asia (25).
Proclama su inocencia (26s). Siguen una serie de recomendaciones y advertencias
a los responsables (28-31).
En la
cuarta y última (32-35) los encomienda a Dios (32). Refuta la acusación de
haberse aprovechado personalmente del producto de la colecta, citando un dicho
de Jesús no registrado en los evangelios (33-35).
Despedida efusiva (36-38). Al contrario de lo que le va a ocurrir en las
comunidades que visitará a continuación, los responsables de Éfeso no han
reaccionado al mencionar Pablo su propósito de subir a Jerusalén. Ésta puede
ser la razón por la que Pablo ha evitado el contacto con la comunidad misma;
ésta, sin duda, se habría opuesto al viaje.
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