7 Nosotros, terminado
el viaje por mar, llegamos desde Tiro a Tolemaida, saludamos a los hermanos y
pasamos un día con ellos.
8 Salimos al día
siguiente y llegamos a Cesarea; fuimos a casa de Felipe, el predicador de la
buena noticia, uno de aquello Siete, y nos hospedamos allí.
9 Felipe tenía cuatro
hijas vírgenes con el don de profecía.
10 Cuando llevábamos allí
varios días, bajó de Judea cierto profeta, de nombre Ágabo;
11 vino a vernos, cogió
la faja de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo:
- Esto dice el Espíritu
Santo: "Al dueño de esta faja lo atarán así los judíos en Jerusalén y lo
entregarán en manos de los paganos".
12 Al oír aquello, nos
pusimos a exhortar a Pablo, tanto nosotros como los del lugar, a que no subiera
a Jerusalén.
13 Entonces replicó
Pablo:
- ¿A qué viene ese llanto?,
¿queréis descorazonarme? Pues bien, yo estoy dispuesto no sólo a dejarme atar,
sino incluso a morir en Jerusalén por la causa del Señor Jesús.
14 Como no se dejaba convencer,
desistimos diciendo:
- Que se realice el designio
del Señor.
EXPLICACIÓN.
7 - 14. En
la comunidad de Tolemaida no se registra incidente alguno (7). Pablo y el grupo
ideal llegan a Cesarea y van "a casa de Felipe" (cf. 8,40),
caracterizado como "uno de los Siete" (cf. 6,3.5) y como "el
evangelista", el que proclama la buena noticia; se hospedan en la
comunidad cristiana de Cesarea (8).
Se trata de una comunidad de origen exclusivamente pagano, fundada sobre
el evangelio anunciado por Felipe. Bajo la imagen de "las cuatro
hijas" indica Lc la comunidad en toda su extensión (los cuatro puntos
cardinales, cf. 10,11; 11,5) y su fidelidad al designio divino ("vírgenes");
se precisa también que transmiten los mensajes del Espíritu (9).
Vuelve a presentarse el profeta Ágabo (cf. 11,28); ahora llega solo y no
de la ciudad de Jerusalén, sino más en general del país judío: conoce la
situación de las comunidades judías y, por su don profético, penetra en el plan
de Dios (10). Con su gesto, al estilo de los Profetas del AT (cf. Is 20,2; Jr
13,1ss), y con el contenido de la profecía, que traduce en palabras el símbolo
precedente, revela solemnemente a Pablo, de parte del Espíritu Santo, lo que le
espera en Jerusalén (en sentido sacral): no va a conseguirse nada, sus
proyectos son ilusorios (11).
"Jerusalén" connota la institución judía: después de fracasar
con los judíos de la diáspora, Pablo había decidido enfrentarse, cual otro
Jesús (Lc 9,51), con el centro mismo de la resistencia judía, para convencerla
de que Jesús es el Mesías universal.
Los
dos grupos, la comunidad cristiana de Cesarea y el grupo ideal
("nosotros"), le piden repetidamente a Pablo que renuncie a su
propósito (12). Es la tercera advertencia del Espíritu (cf. Lc 18,31-33). Pablo
se cierra a todo aviso (13a, cf. Lc 18,34): su respuesta es arrogante como la
de Pedro (Lc 22,33), cuando éste no dio fe al anuncio de Jesús sobre su futura
defección (Lc 22,31s.34), que terminó en una triple negación (Lc 22,54b-61). Se
aclara ahora el sentido del apodo de Barjesús, "el dispuesto a todo"
(vse. 13,8): también Pablo pronuncia la fatídica frase "estoy dispuesto"
(13b); el paralelo con Lc 22,33 salta a la vista.
La
comunidad, en la que se incluyen los "nosotros", renuncia a querer
convencer a Pablo, con una fórmula (14: "Que se realice el designio del
Señor") similar a la usada por Jesús en Getsemaní (Lc 22,42).
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