31 Entre tanto, las comunidades gozaban de
paz en toda Judea, Galilea y Samaría, pues se iban construyendo, progresaban en
la fidelidad al Señor y crecían, alentadas por el Espíritu Santo.
32 Sucedió que Pedro, que
iba recorriéndolo todo, bajó también a ver a los consagrados que residían en
Lida.
33 Encontró allí a
cierto individuo de nombre Eneas, que estaba paralizado y llevaba ocho años
postrado en un catre.
34 Pedro le dijo:
- Eneas, Jesús Mesías te da
la salud; levántate y ponte a la mesa.
Al instante se levantó.
35 Lo vieron todos
los que residían en Lida y en la llanura de Sarón y se convirtieron al Señor.
36 En Jafa había cierta
discípula de nombre Tabita, que traducido significa Gacela, colmada de obras
buenas y, en particular, de las limosnas que hacía.
37 Sucedió que, por
aquellos mismos días, cayó enferma y murió; la lavaron y la pusieron en la sala
de arriba.
38 Como Lida está
cerca de Jafa, al enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron a
dos hombres que le suplicaron:
- No tardes en venir hasta
nosotros.
39 Pedro se fue con ellos al
momento. Cuando llegó, lo llevaron a la sala de arriba y se le presentaron
todas las viudas, mostrándole con lágrimas en los ojos los vestidos y mantos
que hacía Gacela cuando estaba con ellas.
40 Pedro mandó salir
fuera a todos, y, de rodillas, se puso a orar. Se volvió hacia el cuerpo y
dijo:
- Tabita, levántate.
Ella abrió los ojos y, al ver a
Pedro, se incorporó.
41 Él le dio la mano,
la levantó y, llamando a los consagrados y a las viudas, se la presentó viva.
42 El hecho fue
notorio en toda Jafa, y muchos creyeron en el Señor.
43 Pedro se quedó en Jafa
bastantes días, en casa de cierto Simón, que era curtidor.
CRISIS DE PEDRO: EL CENTURIÓN CORNELIO.
10 1 Había en Cesarea cierto individuo de
nombre Cornelio, centurión de la cohorte Itálica.
2 Era devoto y adicto
a la religión judía, como toda su familia; daba muchas limosnas al pueblo y era
constante en los rezos.
3 A eso de la media
tarde tuvo una visión: vio claramente al ángel de Dios que entraba en su cuarto
y lo llamaba:
- ¡Cornelio!
4 Él se le quedó mirando y le
preguntó asustado:
- ¿Qué quieres, Señor?
Le dijo:
- Tus oraciones y tus limosnas han
llegado hasta Dios y las tiene presentes.
5 Envía ahora hombres
a Jafa y manda buscar a cierto Simón, el llamado Pedro;
6 se aloja en casa de
otro Simón, curtidor, cuya casa está junto al mar.
7 Cuando se marchó el ángel que le
había hablado, llamó a dos criados y a un soldado devoto, que era ordenanza
suyo;
8 les refirió todo y
los mandó a Jafa.
9 Al día siguiente, mientras ellos
iban de camino, cerca ya de la ciudad, hacia el mediodía subió Pedro a la
azotea para orar,
10 pero sintió hambre
y quiso tomar algo. Mientras se lo preparaban, tuvo un arrebato;
11 contempló el cielo
abierto y una cosa que bajaba, como un toldo enorme, que por los cuatro picos
se posaba sobre la tierra.
12 Contenía todo
género de cuadrúpedos y reptiles de la tierra y de pájaros del cielo.
13 Y una voz le
habló:
- Levántate, Pedro, sacrifica y
come.
14 Replicó Pedro:
- Ni pensarlo, Señor; nunca he
comido nada profano e impuro.
15 De nuevo, por segunda vez, le habló una
voz:
- Lo que Dios ha declarado puro, no
lo llames tú profano.
16 Esto se repitió tres veces, y en
seguida se llevaron aquella cosa al cielo.
17 Pedro no acertaba a explicarse el
sentido de aquella visión. Entre tanto los emisarios de Cornelio, que habían
andado buscando la casa de Simón, se presentaron en el portal.
18 y, dando una voz,
preguntaron si se alojaba allí Simón, el llamado Pedro.
19 Mientras Pedro reflexionaba sobre
la visión, le dijo el Espíritu:
- Mira, hay tres hombres que te
buscan.
20 Levántate, baja y
vete con ellos sin poner reparos, que los he enviado yo.
21 Pedro bajó adonde estaban y les
dijo:
- Aquí estoy, yo soy el que buscáis.
¿Qué os trae por aquí?
22 Contestaron ellos:
- Cornelio, el centurión, hombre recto
y adicto al judaísmo, recomendado por la entera nación judía, ha recibido aviso
de un ángel santo encargándole que te mande llamar, para que vayas a su casa y
escuchar lo que le digas.
23 Pedro los invitó a entrar y les
dio alojamiento.
Al día siguiente, salió con ellos sin
tardar, acompañado de algunos hermanos de Jafa.
24 Al otro día
llegaron a Cesarea. Cornelio los estaba aguardando, y había reunido a sus
parientes y amigos íntimos.
25 Cuando Pedro iba a
entrar, Cornelio le salió al encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje;
26 pero Pedro lo alzó
diciendo:
- Levántate, que también yo soy un
simple hombre.
27 Entró en la casa conversando con
él, encontró a muchas personas reunidas
28 y les dijo:
- Vosotros sabéis cómo le está
prohibido a un judío tener trato con extranjeros o entrar en su casa; pero a mí
me ha enseñado Dios a no llamar profano o impuro a ningún hombre.
29 Por eso, cuando me
habéis mandado llamar, no he tenido inconveniente en venir. Ahora quisiera
saber el motivo de la llamada.
30 Contestó Cornelio:
- Hace cuatro días estaba yo orando en
mi casa a esta misma hora, a media tarde, cuando se me presentó un hombre con
ropaje espléndido,
31 que me dijo:
"Cornelio, Dios ha escuchado tu oración y tiene presentes tus limosnas.
32 Manda alguien a Jafa e invita a venir a Simón, el
llamado Pedro, que se aloja en casa de Simón el curtidor, junto al mar".
33 Te mandé recado en
seguida y tú has tenido la amabilidad de venir. Ahora, aquí nos tienes a todos
delante de Dios, para escuchar todo lo que el Señor te haya encargado decirnos.
34 Pedro tomó la palabra y dijo:
- Realmente, voy comprendiendo que
Dios ni discrimina a nadie,
35 sino que acepta al
que lo respeta y obra rectamente, sea de la nación que sea.
36 Él envió su
mensaje a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesús el Mesías, que es
Señor de todos.
37 Vosotros conocéis
muy bien el hecho acaecido en todo el país judío, empezando por Galilea después
de que Juan predicó el bautismo,
38 el hecho de Jesús
de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo
el bien y curando todos los sojuzgados por el diablo, porque Dios estaba con
él.
39 Nosotros somos
testigos de todo lo que hizo tanto en el país judío como en Jerusalén. Lo
mataron, colgándolo de un madero.
40 A éste, Dios lo
resucitó al tercer día e hizo que se dejara ver,
41 no de todo el
pueblo, sino de los testigos que Dios había designado de antemano, de nosotros,
que hemos comido y bebido con él después que resucitó de la muerte.
42 Él nos mandó
predicar al pueblo dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de
vivos y muertos.
43 Sobre esto el
testimonio de los Profetas es unánime; todo el que le da su adhesión obtiene el
perdón de los pecados.
44 Todavía estaba hablando Pedro,
cuando bajó impetuosamente el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban el
mensaje.
45 Los creyentes
circuncisos que habían ido con Pedro se quedaron desconcertados de que el don
del Espíritu Santo se derramara también sobre los paganos,
46 pues los oían
hablar en otras lenguas proclamando la grandeza de Dios. Entonces intervino
Pedro:
47 - ¿Se puede acaso negar el agua
del bautismo a éstos, que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?
48 Y dispuso que se bautizaran
invocando a Jesús Mesías. Entonces le rogaron que se quedara unos días allí.
PEDRO ANTE LA IGLESIA DE JERUSALÉN.
11 1 Los apóstoles y los hermanos de
Judea se enteraron de que también los paganos habían aceptado el mensaje de
Dios.
2 Cuando Pedro subió
a la ciudad de Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le reprochaban:
3 - Has entrado en casa de
incircuncisos y has comido con ellos.
4 Entonces Pedro, empezando
por el principio, les expuso los hechos por su orden:
5 - Estaba yo orando en la
ciudad de Jafa, cuando en un arrebato tuve una visión: una cosa que bajaba,
como un toldo enorme, que por los cuatro picos era arriado del cielo hasta
donde yo estaba.
6 Miré, me fijé y vi
los cuadrúpedos que hay en la tierra, las fieras y los reptiles y los pájaros
del cielo.
7 Luego oí una voz
que me decía: "Levántate, Pedro, sacrifica y come".
8 Yo repliqué:
"Ni pensarlo, Señor; nunca ha entrado en mi boca nada profano o
impuro".
9 Por segunda vez
hablo una voz del cielo: "Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú
profano".
10 Esto se repitió
tres veces, luego tiraron de todo aquello y lo subieron otra vez al cielo.
11 En aquel preciso
momento se presentaron en la casa donde estábamos tres enviados desde Cesarea
con un recado para mí.
12 El Espíritu me
dijo que fuera con ellos sin poner reparos. Me acompañaron también estos seis
hermanos y entramos en la casa de aquel hombre.
13 Él nos contó cómo
había visto al ángel que se presentó en su casa diciéndole: "Envía alguien
a Jafa y manda a buscar a Simón el llamado Pedro.
14 Lo que te diga él
te traerá la salvación a ti ya tu familia".
15 En cuanto empecé a
hablar, bajó impetuosamente el Espíritu Santo sobre ellos, igual que sobre
nosotros al principio,
16 y me acordé de
aquel dicho del Señor "Juan bautizó con agua; vosotros, en cambio, seréis
bautizados con Espíritu".
17 Pues si Dios quiso
darles a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesús
Mesías, ¿cómo podía yo impedírselo a Dios?
18 Con esto se calmaron y
alabaron a Dios diciendo:
- ¡Así que también a los paganos
les ha concedido Dios el arrepentimiento que lleva a la vida!
EXPLICACIÓN.
9,31-11,18. La tercera hoja del tríptico narra con todo
detalle el cambio profundo que se opera en Simón Pedro, portavoz del grupo
apostólico. Contiene igualmente tres cuadros. Al igual que en la secuencia de
Felipe, el primer cuadro da comienzo con una descripción generalizada de la paz
alcanzada por la iglesia palestinense gracias a la conversión de Saulo (31); a
continuación se singulariza con un caso concreto: Pedro visita todas las
comunidades fundadas para comprobar el estado en que se encuentran (32a).
Mediante tres ejemplos Lc puntualiza cuál es la situación real de las
comunidades creyentes. (El mismo procedimiento ha sido empleado en el centro
del segundo sumario, Hch 4,36-5,16).
En
la primera escena se describe en lenguaje figurado la situación halagüeña de la
comunidad creyente de Lida (32b): Eneas, personaje representativo ("cierto
individuo"), yace paralítico en un catre desde hace ocho años: su estado
de postración data de los inicios de la nueva comunidad (33). Pedro lo invita a
levantarse de su postración y a participar de la vida de la comunidad (34: la
expresión griega es ambigua: ·Hazte la cama/reclínate a la mesa"). El
desbloqueo de la comunidad produce sus frutos (35). Hay una serie de rasgos
comunes y de contraste entre esta escena y la del paralítico del Ev. (Lc
5,17-26).
La
segunda escena tiene como protagonista un personaje femenino, también
representativo ("cierta discípula"), Tabita, que traducido significa
Gacela, exponente de la vitalidad y agilidad que otrora tenía aquella comunidad
(36). Las obras de beneficencia propias de la religiosidad judía no han bastado
para evitar su muerte; la sala de reuniones de la comunidad se ha convertido en
un velatorio (37). Una delegación de la comunidad suplica insistentemente a
Pedro que intervenga en sus asuntos internos (38). Situación desesperada de las
"viudas", símbolo del desamparo total (39).
Pedro,
al modo de Jesús (cf. Mc 5,41), intenta enderezar la situación (40). Al final
lo consigue y restablece el cuerpo comunitario (41). Nuevas adhesiones (42). La
escena de la resurrección de Tabita recuerda de cerca la resurrección de la
hija de Jairo (Lc 8,40-42.49-56). Otra serie de marcas la pone en relación con
el doble paradigma de Elías y el hijo de la viuda de Sarepta (3 Re 17,17-24
LXX, cf. Lc 4,26) y de Eliseo y el hijo de la sunamita (4 Re 4,8-37 LXX).
La
tercera escena es muy breve. En contraste con las dos situaciones anteriores,
la tercera es muy escueta. Igual ocurrió en la descripción central del segundo
sumario: el caso de Bernabé comparado con los de Ananías y Safira. "Cierto
Simón" (43) es un nuevo personaje representativo; su condición de
"curtidor" de pieles, oficio considerado impuro por un judío, por el
contacto que conlleva con animales muertos, sugiere la existencia de una
comunidad marginada en Jafa.
Pedro, en lugar de quedarse en casa de
Tabita, prefiere contaminarse hospedándose en una comunidad que no tiene
necesidad de su actividad carismática y
que no es bien vista por los creyentes ortodoxos por su actitud libre respecto
a la Ley, pero donde no hay enfermedad alguna. Es el primer paso para su
posterior "conversión" en casa del pagano Cornelio.
Segundo
cuadro: La primera escena se desarrolla en Cesarea, ciudad del César. Presenta
a un personaje real, Cornelio, representativo ("cierto individuo")
del paganismo ("centurión") (1), adepto a la religión judía (2). La
visión, clara y manifiesta, tiene lugar a la hora "nona" (3), la
misma hora ("a eso de", lit. "como") en que Jesús moría en
la cruz (Lc 23,44) abriendo la salvación a la humanidad personificada en el
centurión (Lc 23,47). La oren del ángel relaciona mediante el nombre a Simón
"Pedro" con Simón "curtidor"; de éste se precisa ahora que
tiene su casa "junto al mar", a punto de emprender el éxodo que ha de
llevar la comunidad al mundo pagano (5s). No se explicita el encargo del ángel.
La segunda
escena tiene lugar en Jafa, en casa de Simón el curtidor. Pedro se apresta a
cumplir con sus obligaciones religiosas hacia la hora "sexta" (9),
hora en que la tiniebla cubrió la tierra poco antes de la muerte de Jesús (Lc
23,44). Envuelto en tinieblas, "sintió hambre" (10), expresión de
insatisfacción interior por la situación de las comunidades.
Un arrebato
lo deja en estado semiconsciente (cf., en cambio, v.3); durante el trance tiene
una visión (cf. 11,5; 10,17.19), una revelación ("cielo abierto"):
contempla el toldo del firmamento cubriendo indiscriminadamente a todo género
de animales (la creación) (cf. Gn 1,20-24; 6,20), que la Ley judía había separado
en puros e impuros, como expresión de la santidad del pueblo en relación con
los paganos; significa que Dios acepta a todas sus criaturas sin excepción
("los cuatro picos" = los cuatro puntos cardinales) (11s).
La voz
interpreta la visión: es la voz del propio Jesús que lo llama por el
sobrenombre que él mismo le impuso (Lc 6,14), "Pedro", en vocativo,
como en la predicción de sus negaciones (Lc 22,34s), y lo invita a emanciparse
de las tradiciones patrias (13, en contraste con "mientras se lo preparaban"
del v.10). Pedro replica con aire de suficiencia (14), igual que hizo cuando
Jesús lo advirtió de su inminente apostasía (Lc 22,33). Jesús le advierte de
nuevo que la distinción entre sagrado y profano no se corresponde con el plan
de Dios (15).
El diálogo se repite "tres
veces" (16), como la triple negación de Pedro predicha por Jesús (Lc
22,34b.61). Pedro queda perplejo (17a); la rec. occ. insiste en que no tenía
plena conciencia de lo que decía: "cuando volvió en sí, se puso a
reflexionar sobre el sentido de aquella visión". La visión ha sido
redactada en paralelo con la escena del bautismo de Jesús en el Jordán (Lc
3,21s: "mientras oraba, cielo abierto, descenso de alguien/algo, voz
celeste"). Lc insiste en la relación entre los dos Simones, el curtidor y
Pedro (17b-18).
El Espíritu
Santo aprovecha la incipiente apertura de Pedro (19). Lo invita a levantarse de
su postración, a cambiar de actitud y a emprender su éxodo personal, sin poner
obstáculo a los planes de Dios (20). Al igual que en el caso de Felipe
(8,26.29), la misión liberadora del ángel/Jesús debe preceder a la intervención
del Espíritu Santo; éste sólo puede actuar cuando hay un mínimo de apertura.
Pedro accede
con prontitud (21). Los emisarios de Cornelio insisten en los trazos projudíos
de Cornelio, en la visión que éste ha tenido, sobre todo en lo que afecta a
Pedro; se insinúa ya que éste deberá pronunciarse (22). Pedro les da
alojamiento; en casa de Simón el curtidor no se discrimina a nadie (23a).
La tercera escena se desarrolla de nuevo
en Cesarea. Pedro sale de Jafa acompañado de algunos hermanos como testigos
(23b). Cornelio los está aguardando (24). Pedro no acepta que le rindan
homenaje y se comporta como un igual (25-27).
Sus primeras
palabras hacen referencia al obstáculo insalvable para un judío que él ha
tenido que superar (28-29a). Ignora todavía el motivo de la llamada (29b). El
triple relato de la visión de Cornelio manifiesta su carácter paradigmático: se
insiste en la identidad de cada uno de los dos Simones ("Pedro"/
"curtidor", junto al mar") y se revela por primera vez que Pedro
ha recibido un encargo del Señor para los paganos (30-33).
El discurso
de Pedro manifiesta que, a pesar de haber comprendido que Dios no acepta la
segregación religiosa que propugnaba el judaísmo (34, cf. vv. 15.20.28), no
está dispuesto a renunciar un ápice a la posición privilegiada de Israel.
Basa su
discurso en el postulado judío de que Dios acepta a todo el que es religioso y
practica la justicia (35; cf. vv. 2.22). De momento ha reducido el contenido de
la visión de Jafa a una aceptación material de los paganos. Para Pedro, el
destinatario de la paz mesiánica es Israel, aunque de hecho Dios la ha enviado
por medio de Jesús para todos los pueblos (36).
Pedro cree
que Cornelio y familia, en su calidad de adeptos judíos, tienen conocimientos
de todo lo referente a Jesús de Nazaret, a su unción mesiánica en el Jordán y a
su misión liberadora (37s). Él mismo se incluye entre los testigos de la vida
pública de Jesús y de su muerte en cruz (39). Dios lo ha resucitado y ha
limitado sus apariciones a algunos testigos privilegiados (40s).
Restringe a
Israel ("el pueblo") el mensaje que Jesús les había encargado
predicar a todas las naciones (cf. 24,47; Hch 1,8) y circunscribe el contenido
de la predicación presentando a Jesús como el Juez universal designado por Dios
(cf. Lc 3,16s) (42). Concuerda con esto el testimonio unánime de los Profetas,
a saber, que todo el que le da su adhesión -en el marco del pueblo judío-
obtiene sentencia absolutoria (43; cf. Lc 3,3). Pedro no menciona para nada el
don universal del Espíritu (cf. 1,5; 2,17-21; 11,16), defraudando así la
expectación de Cornelio (cf. v. 33 y 11,14).
El Espíritu
Santo interrumpe el discurso, irrumpiendo ostensiblemente sobre todos los
oyentes (44). El asombro de los creyentes circuncisos y el del propio Pedro
muestra que no pensaban que la salvación se pudiera extender a los paganos sin
la mediación de Israel (45). La experiencia del Espíritu es manifiesta y
palpable (46).
Ante la
evidencia de los hechos. Pedro desiste de incitar a los paganos a abrazar la
religión judía, aceptando la Ley para obtener la salvación; sin embargo, los
hace bautizar, a pesar de que han sido bautizados con Espíritu Santo, los mismos
que él con los ciento veinte en Pentecostés (2,1ss), sin que precediera el
bautismo con agua (47s). Pretende integrarlos así en el Israel mesiánico (cf.
2,38).
Tercer
cuadro: La noticia de la integración de gente de origen pagano en la comunidad,
sin mediar la circuncisión, ha llegado veloz a la iglesia de Jerusalén (11,1).
Los hermanos circuncisos le echan en cara a Pedro, cuando osa presentarse allí,
que se ha contaminado con gente impura. (2s).
La rec. occ.
contiene elementos nuevos: "Pedro, al cabo de largo tiempo, decidió ir a
la ciudad de Jerusalén. Mandó llamar a los hermanos para confirmarlos, mientras
enseñaba por aquella región y les hablaba largamente. Cuando llegó allí les
notificó el favor concedido por Dios. Pero los hermanos partidarios de la
circuncisión se pusieron a reprocharle, etc.". Según esto, Pedro no tiene
prisa en ir a Jerusalén; la decisión ha sido madurada durante largo tiempo. Es
más, aprovecha la ocasión para afianzar a los hermanos en la fe, según le había
predicho Jesús: "Y tú, cuando te conviertas, afianza a tus hermanos"
(Lc 22,32). La "conversión" de Pedro ha tenido lugar en casa de
Cornelio.
Pedro se
justifica haciendo resaltar la concatenación de los hechos (4). Subraya a
continuación los puntos esenciales que lo han conducido a ese cambio tan
radical, omitiendo los que podrían suscitar animosidad. Omite así que
"sintió hambre" mientras oraba, subraya que la visión del toldo que
bajaba del cielo lo sacó fuera de sí (5), que fijó la atención en su contenido
y que percibió distintamente los cuatro reinos de la creación (6).
El diálogo es
prácticamente el mismo (7-9). Recalca, con el triple forcejeo entre él y Jesús,
que lo que estaba en juego era el futuro de la misión (10). Hace hincapié en la
llegada de tres enviados de Cesarea "en la casa donde estábamos", sin
mencionar el nombre del centurión Cornelio ni el de Simón el curtidor, pero
dando a entender que no estaba solo (11). Enfatiza la invitación del Espíritu y
precisa que lo acompañaron los seis circuncisos allí presentes (12).
En lo
concerniente al encuentro con Cornelio sigue omitiendo su nombre, así como el
de Simón el curtidor, en el encargo que aquél había recibido del ángel (13).
Revela por fin que tenía el encargo de Jesús de comunicar a los paganos un
mensaje de salvación (14), escudándose en el hecho de que el Espíritu Santo
irrumpió sobre los paganos, lo mismo que sobre ellos en Pentecostés, apenas él
había empezado a hablar (15).
Termina con un
detalle que nos era desconocido: la irrupción del Espíritu sobre los paganos le
hizo comprender el alcance del dicho del Señor que diferenciaba el bautismo con
agua, propio del Bautista, del bautismo con Espíritu Santo (16). Omite la
mención del bautismo con agua (cf. 10,47s). Al sacar la conclusión de esta
nueva manifestación del Espíritu, esta vez sobre los paganos, repite en
términos parecidos que se trata del mismo don y que él no era quién para
impedírselo a Dios (17).
La
argumentación de Pedro no admite réplica. La Iglesia de Jerusalén no puede
negar la evidencia de estos hechos, avalados por el testimonio de Pedro y de
sus seis acompañantes, todos ellos circuncisos. Sin embargo, no alaban a Dios
por el don del Espíritu concedido a los paganos, sino solamente por el don del
arrepentimiento (18, cf. 5,31). Se abre con ello un compás de espera. Volverán
a la carga más adelante, forzando la convocatoria de la asamblea de Jerusalén.
Lc había
anticipado en el Ev. el tema de la entrada de los paganos en el Reino al
describir el acercamiento masivo de los recaudadores y descreídos a Jesús y el
consiguiente reproche de los fariseos y los letrados (Lc 151s). La respuesta de
Jesús en forma de un tríptico de parábolas (oveja y dracma perdida, hijo
pródigo: 15,3-32) no provocó reacción alguna de los adversarios. Lc dejó así
abierta la cuestión para replantearla en Hch en este tríptico, donde, después
de verificarse la trascendental apertura de la iglesia al mundo pagano, se
comprueba una reacción contraria parecida a aquélla, esta vez por parte de los
circuncisos. La disyuntiva "justos/pecadores" del Ev. desemboca en
Hch en la disyuntiva "circuncisos/paganos", basadas ambas en el
postulado judío de lo "puro/impuro, sagrado/profano".
No hay comentarios:
Publicar un comentario