17 Tres días después
invitó él a los judíos principales a un encuentro; cuando se reunieron les
dijo:
- Yo, hermanos, sin haber
hecho nada contra el pueblo o las tradiciones de nuestros padres, estoy preso
desde que en la ciudad de Jerusalén me entregaron a los romanos.
18 Éstos me
interrogaron y querían ponerme en libertad, porque respecto a mí no existía
ningún cargo que mereciera la muerte;
19 pero como los
judíos se oponían, me vi obligado a apelar al César, aunque sin intención
alguna de acusar a mi nación.
20 Éste es el motivo
por el que os rogué poder veros y hablar con vosotros, pues precisamente por la
esperanza de Israel llevo encima estas cadenas.
21 Ellos le contestaron:
- Nosotros no hemos recibido
ninguna carta de Judea acerca de ti ni ha llegado ningún hermano con manos
informes o hablando mal de ti.
22 Sin embargo, nos
gustaría saber lo que piensas, pues estamos enterados de que esta secta
encuentra oposición en todas partes.
EXPLICACIÓN.
17 -22. Sin
embargo, ni siquiera llegado a Roma renuncia Pablo a su proyecto de convertir a
una comunidad judía representativa. Invita a los judíos principales de la
capital y les expone su caso. Justifica el hecho de haber sido entregado a los
paganos -el máximo oprobio para un judío (cf. 21,11)- por la oposición sistemática
de los judíos a que lo pusieran en libertad siendo inocente. Subraya, sin
embargo, que con su apelación al Emperador no ha querido desacreditar a su
pueblo. La única causa de su condena es la esperanza de Israel.
Ante los judíos de Roma Pablo hace la mejor presentación de sí mismo
(17-20). Ellos, por su parte, no tienen prejuicio alguno contra Pablo; no han
recibido malos informes sobre él (21). Conocen sólo vagamente la existencia de
los cristianos, a quienes consideran como una secta judía más, y están
enterados de la oposición que éstos encuentran por doquier (22).
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